Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra. Cumpliendo con lo prometido, traigo junto a mi amigo Darsien, el final del duelo de narradores. Una historia que titulamos como Instinto Artrópodo, que podrán ver su creación improvisada en nuestros canales de YouTube:
Darsien Holsband y Criaturas Literarias.
Esta versión escrita, obviamente cuenta con una mejor narración, algunas correcciones y mejoras. Y por supuesto, una de mis geniales portadas animadas. Espero disfruten de esta aterradora historia en el mes del horror.
Suspenso y Horror.
Las gotas de la garúa tocaban pasivamente
las ventanas de la casa. El caudal de la tormenta acrecentaba, las gotas de la
lluvia sonaban con fuerza al chocar contra los ventanales. Era una noche oscura
y tormentosa.
Nerio se encontraba agotado o más
bien con algo de flojera; había trabajado toda una jornada. En la ciudad de
Maracaibo, el calor era tan intenso que a veces la gente deseaba que cayera un
buen chaparrón de agua para refrescar el ambiente. Nerio agradecía un poco la
lluvia, le daba cierta paz, aunque sabía que el día siguiente haría el doble de
calor, debido a la humedad… Pero eso no importaba, dentro de unas horas, su
novia vendría a visitarlo, una buena noche de amor le quitaría la pereza y
despejaría su mente.
La tenue soledad acompañada por la
lluvia, fomentaba un leve y soñoliento parpadeo en los ojos de Nerio. Este
hombre vivía solo y daba gracias a Dios por ello, «No hay mejor compañía que la
soledad», era una de las frases de Nerio, a su novia no le gustaba mucho cuando
la proclamaba.
A pesar del estruendoso sonido de la
lluvia, Nerio captó un ruido seco y tajante; provenía de la segunda planta de
la casa. «¿Habré olvidado cerrar una de las ventanas de arriba?», se preguntó.
Pero él era un sujeto muy disciplinado, ordenado y estricto consigo mismo; era
casi imposible que olvidase hacer algo.
Volvió a escuchar el sonido, algo se
arrastraba en la parte de arriba; luego escuchó muchos pasos. Nerio se levantó
de golpe del sofá, siguió con la mirada el movimiento del sonido en el techo.
Una lluvia interna de nerviosismo
inició dentro de Nerio, las gotas frías del sudor le invadieron el rostro. A
pesar de su rectitud como persona, Nerio era un terrible cobarde. Deseaba con
todas sus fuerzas que, quién fuese que estuviese arriba, probablemente un
ladrón, decidiera marcharse y robar la siguiente casa; sin que ninguna
situación peligrosa pasase.
Luego, recordó haber visto un par de
gatos en la calle cuando venía de camino, quizá uno de ellos logró entrar… Pero
las pisadas de gatos no se escuchan, ellos son extremamente silenciosos…
Con el poco valor que tenía, decidió
escabullirse para ver qué generaba ese ruido. Estando frente a frente en las
escaleras, dudó unos segundos, pensativo, analizando si debía subir o no. Pisó
el primer escalón, todos los sonidos de la casa atravesaban sus tímpanos; cada
pisar en los escalones de madera, sonaban aterradoramente incómodos.
Repentinamente, un espantoso y
oportunista relámpago cayó fuera de la casa. El impacto eléctrico fue tan
estruendoso y escandaloso, que inevitablemente un cortocircuito esfumó de lleno
la corriente eléctrica, dejándolo a oscuras.
El susto hizo resbalar a Nerio, cayó
por las escaleras, quedó sentado con las rodillas y el trasero adoloridos.
Subió la mirada, nervioso, tratando de ver las escaleras que lo guiaban hacia
arriba.
El corazón palpitaba a mil por hora,
sentía que le iba a estallar el pecho. Cuando trató de levantarse, se dio
cuenta que se había cagado encima, sus esfínteres tampoco contaban con la
valentía que siempre quiso poseer. La mierda había desbordado por sus calzones;
recorriendo como una lenta cascada de diarrea, por debajo de su short, llegando
a embarrarle las medias blancas que tenía puestas.
El primer llanto en su cara dio
inicio, se limpió las lágrimas. Pero cuando trató de caminar e incorporarse,
pisó un charco de su propia mierda y volvió a resbalar. La cabeza de Nerio fue
a parar en dirección a los primeros escalones de madera y el golpe seco le dejó
un severo hematoma en el pómulo derecho.
En ese instante, una risa
espeluznante resonó desde la cúspide de las escaleras, cubriendo todo el silencio
que había en la morada. La risa atravesó de una manera turbulenta el corazón de
Nerio.
El hombre no se movió pensando en su
mala suerte. ¿Cuántas probabilidades había que le ocurriese esto? ¿Quién estaba
arriba?
Cuando subió la mirada, a pesar de
que todo estaba totalmente oscuro, divisó una especie de rostro blanco que, se
asomaba en la punta de las escaleras. En un pestañeo, el rostro desapareció.
Nerio vio como una ráfaga descendió por las escaleras, pero no se encontró
directamente con su cara, sino que aquella cosa lo rodeó, merodeando por la
casa.
El miedo invadió los pensamientos de
Nerio, si antes estaba asustado, ahora el pánico lo dominaba. Sin más remedio,
se apoyó en los codos para levantarse. Se dio cuenta que tenía un poco de
excremento en la barbilla, lo limpió y se incorporó. A pesar de todo, algo muy
dentro de él, decidió resolver el percance y averiguar quién o qué estaba en su
casa.
La oscuridad era casi absoluta. Nerio
se sabía de memoria su casa, trataba de esquivar los muebles y objetos,
procuraba encontrar algo que pudiese iluminar un poco la sala de estar y ver a
qué se enfrentaba.
La presencia corría por todos lados.
Nerio sentía como caían las cosas, como se movían los muebles con los golpeteos…
“Eso” cada vez se acercaba más a él. De repente, cayó en cuenta, que
probablemente el hedor de mierda lo detectaba… Si esa cosa era un animal, lo tenía
bien detectado.
Sintió un suave toqueteo en su brazo
derecho, luego otro en su rodilla izquierda. Los roces de piel aumentaron, esa
cosa comenzaba a tocarlo por todas partes con curiosidad. Nerio se desesperaba.
Comenzó a correr en círculos, la presencia
se divertía persiguiéndolo y tocándolo. La adrenalina ajustó la vista de Nerio,
su morada a oscuras ya no era tan espesa y absoluta… Pero empezó a notar algo,
otro fragmento espeluznante en este juego. Una neblina espesa se manifestaba
dentro de la casa, una bruma gris y pesada. La miasma cubrió toda la planta
baja de la estructura, dificultándole nuevamente la vista.
Nuevamente la espeluznante risa de la
criatura resonó en todas las paredes, tanto así, que Nerio creyó haberla
escuchado en diferentes sitios al mismo tiempo; un maligno eco, rebotando en
cada esquina de su hogar.
El chirrido de la risa fue más
intenso, Nerio se percató que, el sonoro género de esa risa, era femenino.
Entonces entendió que aquel contante toqueteo, era algo más “erótico” que
curioso, aunque no comprendía si esa cosa era humana o no.
Escapando de la sala de estar, Nerio
llegó a la cocina. Recordó tener unas viejas velas en una gaveta; con
desesperación las tomó con manos temblorosas, pero el miedo le nublaba el
juicio y no conseguía recordar dónde había dejado posado su encendedor, o
incluso si en la cocina había fósforos.
El silenció nuevamente reinó, nada
además de la lluvia goteando, ambientaba la escena… Oía voces, la voz de esa
fémina criatura; las palabras se hacían conocidas y entendibles; o tal vez era
un mero producto de la imaginación de Nerio, porque creyó escuchar: «¡Estas
asustado!».
Sintió la respiración de ella en su
nuca, un frío le recorrió la espalda y caminó tumbando los utensilios de
cocina. Tropezó con un pequeño estante tumbando todo; del desorden, logró
sostener un cuchillo. Con la misma velocidad, usando su adrenalina, huyó de la
cocina adentrándose nuevamente a sala de estar.
Otro episodio paranormal dificultó
el trote de Nerio. La espesa niebla se hizo mucho más pesada y espesa. Nerio
sentía los pies pesados y le costaba levantarlos al caminar. La neblina se
condensaba, las partículas de aire caían al suelo convirtiéndose en agua, poco
a poco un gigantesco charco inundaba la plata baja.
La caminata se hizo más dura, en
ocasiones los pies no lograban salir a la superficie, la espesa agua funcionaba
como una especie de brea y jalaba a Nerio hacia abajo. De repente, otro frío
sobrecogedor le arropó; sintió una gigantesca mano esquelética sosteniéndole la
cabeza desde la nuca, una mano alargada fría.
En menos de un segundo, la mano, con
una fuerza monstruosa, apretó la cabeza de Nerio y lo hundió en el charco de
agua del suelo; ese pequeño lago que ya le llegaba un poco más debajo de las
rodillas.
Las burbujas de desesperación eran
indicativas del desasosiego de Nerio. El desespero por salvarse lo estaba
matando. Abrió los ojos dentro del agua y por alguna razón, no entendía como
ese charco de agua, de manera inexplicable se hacía cada vez más profundo; un
oscuro y maligno mar dentro de su casa.
Movió las manos como loco, trataba
de sostener y deshacerse de la mano que lo ahogaba, pero el esfuerzo era
inútil. Los movimientos de Nerio solo propiciaron su completo hundimiento…
Flotaba dentro del agua, bajando al fondo, como si se tratase de una roca
pesada hundiéndose con lentitud.
Giró el cuerpo tratando de observar
la superficie, la visión seguía escasa… Pero, aun así, con aquella poca luz que
reflejaba el agua, pudo visualizar la forma de aquella criatura que lo cazaba
fuera del agua.
El efecto de las ondas del agua
distorsionaba la figura de la criatura. Un chasquido del agua dio apertura a
otro ataque. La mano esquelética volvió a sostener con fuerza la cabeza de
Nerio; otra mano lo cogió por el brazo y inexplicablemente, otras manos más,
comenzaban a apretarlo en otros sitios, especialmente en su miembro viril.
Nerio se sintió presa de un depredador
marino: un pulpo o un calamar. Las manos lo inmovilizaban mucho y comenzaba a
hundirse con más profundidad.
A pesar de haber tragado un espeso
cúmulo de agua, Nerio pudo ver a la criatura directamente, y entender la
morfología de la misma.
Se dio cuenta que era una mujer, una
especie horrible y artrópoda; un arácnido antropomórfico, mitad mujer y mitad araña.
Tenía torso humano, esbelto y delgado, a sus costados se asomaban cuatros
brazos humanos, velludos, de color blanco; sus manos eran cristalinas y duras. La
parte inferior de esta hembra arácnida era completamente la de una araña,
idéntico al de una tarántula; el vello cubría las cuatro patas que la sostenían,
junto al enorme abdomen que se asomaba como un trasero.
Lo más espeluznante y aterrador, era
su horrible rostro: una pavorosa mezcla humana con enormes ojos negros,
profundos y oblicuos, junto a otros ojos más pequeños abajo. La cabellera larga
cubría gran parte del rostro, pero fue imposible ignorar el rasgo más relevante
de su cara: la mandíbula que sobresalía de su quijada, esos apéndices arácnidos
a los costados de la boca; pequeñas garras para engullir su presa; tampoco
tenía labios y una hilera de horribles y deformados dientes sucio se asomaban
detrás de los apéndices de boca.
Los movimientos constantes del agua,
hacían parecer ese rostro como una calavera aterradora y sobrenatural.
El miedo a veces trabaja de modos irracionales
y el temor tembloroso de Nerio se esfumó dentro del agua. Detalló a la
criatura, vio su figura desnuda y pálida. Al igual que un idiota, se fijó que
la mujer contaba con unos voluptuosos y redondos senos; con pezones oscuros y
puntiagudos. Probablemente la mente de este hombre, buscabas escusas en su
vista para mermar el miedo y tratar de caer en sí.
Una extraña corriente de agua los
acercó. La mujer araña trató de atacarlo, un torpe movimiento de Nerio lo salvó
de una zarpada y su cabeza inevitablemente chocó con los senos de la mujer. En
ese instante, Nerio entró en sí, recordó el cuchillo que todavía tenía en la
mano, apretó el mango con ambas manos y clavó el filo metálico por encima de la
clavícula de la mujer.
La criatura vociferó cual estruendo.
El conjuro maligno que trajo el agua a la morada, desapareció instantáneamente.
El agua se evaporó convirtiéndose en un gas nebuloso que cegó por unos
instantes a Nerio.
A pesar del confuso gas en su rostro, sabía que la criatura seguía agonizando frente a él, tenía que hacer
algo para lastimarla lo suficiente y librarse de ella.
Nerio apretó las manos, pero el
cuchillo no estaba, lo había perdido en el maremoto. La desesperación lo
abordó, la oportunidad se le escapaba. Afortunadamente, la arácnida sufría una
presión en el pecho que no la dejaba respirar; inició una serie de alaridos
dolorosos con toz y sangre. Nerio sintió una silla rosándole el muslo; sin
pensarlo dos veces, tomó con ambas manos el asiento de madera y lo estalló en
la cabeza de la hembra.
Coágulos de sangre le chorrearon desde
la frente, el líquido carmesí le bañaba el rostro; su cara se veía más
horripilante de lo normal. La hembra se enfureció; en su débil condición, la
única defensa que pudo hacer, fue vomitar un espeso y viscoso huevo, cubierto
por babas verdes y púrpuras, que brillaban con fluorescencia.
La cáscara se rompió y miles de
pequeñas arañas acudieron a la ayuda de su madre. Una ola de artrópodos se
abalanzó sobre Nerio, escalando por sus piernas; lo cubrieron en su totalidad. El
cuerpo se encontraba casi inmóvil, cubierto por una manta entera de patas, que
se movían constantemente a su alrededor.
La hembra se acercaba
cuidadosamente. En un intento de acabar
el acto sexual que había iniciado, sostuvo a Nerio por los hombros y abrió la boca,
mostrando todas sus fauces: los apéndices con goteantes y afilados colmillos, y
aquellos dientes sucios y choretos. La hembra fue directo a la cabeza de su
presa…
Las fauces mordieron el cráneo
humano, le perforó las sienes con los apéndices. Pero el comportamiento de la
hembra no indicaba que cazaba por hambre, su deseo seguía siendo sexual. La
lengua de la criatura se introdujo en la boca de Nerio, la larga extremidad se
abrió pasó, perturbándolo… Siguió y siguió, rompiéndole la garganta y las
cuerdas vocales. Llegó hasta el estómago e incluso hasta los intestinos. Lo
violaba por dentro.
Las otras manos de la hembra jalaron
hacia abajo el pantalón, junto a los calzones de Nerio. A la criatura le
gustaba el jugueteo con las partes sexuales del hombre. Al mismo tiempo, las
pequeñas arañitas se introducían por los orificios del hombre…
Nerio luchaba por liberarse, pero
sus intentos de moverse eran inútiles; estaba paralizado hasta la médula. Comenzó
a llorar desesperanzado y dispuesto a morir. Pero entonces, un parpadeo de luz
cruzó el ventanal de la sala de estar.
Un poderosísimo relámpago reventó la
ventana principal. La luz fue tan intensa que la criatura se asustó y soltó a
Nerio de un empujón, las pequeñas arañitas se escondieron debajo de los muebles
y objetos.
Nerio quedó inmundo y despavorido en
el suelo. Tenía arañas muertas en su espalda, un gorgoteo de sangre en su boca
y sus partes íntimas bastante atrofiadas.
Una misteriosa voluntad desenfrenó a
Nerio. Las piernas le temblaban, pero pudo levantarse. Vomitó la sangre que le
quedaba en la garganta y en la nariz.
Sabía que la hembra había subido a
la segunda plata. Adolorido y cabizbajo, cogió una lámpara del suelo y la
arrastró escaleras arriba. Esquivó los vestigios de mierda que había cagado en
el suelo. Respiró profundo en el pasillo del segundo piso, atento a escuchar
cualquier movimiento.
Prestó atención, agudizó el oído
para detectar a la arácnida mujer. Escuchó la regadera del baño y lentamente
caminó hacia la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.
Al abrir la puerta del cuarto de
baño, vio a la hembra recostada en la ducha. El agua le caía encima como una
llovizna. Por alguna razón, el agua la relajaba y calmaba.
Sin ningún preámbulo y ningún atisbo
de compasión, Nerio levantó la lámpara e inició una serie de golpeteos con la
poca fuerza que le quedaba en el cuerpo. Le atrofiaba el cráneo a la hembra;
brotaban espesos coágulos y cúmulos de sangre, hasta hacerla parecer una
papilla de sesos asquerosos.
Nerio se sentó en el trono del baño
y dejó escapar un brote de excrementos acompañados por partes trituradas de
arañitas. Relajó la respiración, creyó que podría descansar finalmente… Pero lo
que él no sabía, es que la criatura era prácticamente invencible bajo el agua. Por
cada gota que caía, otra niebla aparecía, e iba reconstruyendo la cabeza de la
arácnida. Había vuelto a tomar forma, curada y sana.
Nerio volvió a cagarse encima, se
arrastró por el suelo tratando de huir. La hembra todavía no estaba
completamente recuperada, pero levantó las patas incorporándose.
El hombre entendió que su única
salvación era huir. Gateó desesperadamente hasta salir del baño, pero chocó con
algo frente a él… Aquí fue cuando las esperanzas de Nerio terminaron por
esfumarse.
Justo en el pasillo del baño, se
encontró con otra criatura arácnida. Nerio subió la mirada lentamente,
divisando al nuevo ejecutor. El instinto le indicó que este nuevo ser, se trataba
de la pareja de la primera criatura; era la versión masculina de la
monstruosidad.
El macho era mucho más grande y con
una contextura mucho más robusta. Sin mucho esfuerzo, empujó a Nerio dentro del
baño. Los poderosos y musculosos brazos del macho sostuvieron a Nerio al suelo,
desquebrajando un poco sus huesos… Ahora era imposible que se moviera.
El artrópodo dejó a la hembra sola
para que terminara lo que había comenzado desde un principio. Siendo un ser
superior en inteligencia, cerró la puerta del baño cuidadosamente, les dio la
espalda y caminó de vuelta por el pasillo; escuchando los desesperados gritos
de auxilio que Nerio clamaba.
Con suma delicadeza, el macho bajó
las escaleras. Recorrió la sala de estar y observó a las pequeñas arañas que se
asomaban con temor. Detalló la lluvia entrando por el ventanal roto, le fascinó
el sonido de la tormenta y las gotas cayéndole en el rostro.
De repente, el teléfono sonó; uno,
dos y tres repiques. El macho sostuvo el aparato, levantó el auricular y posó
las bocinas en su oreja y boca.
―¿Aló,
Nerio? Es Lucía. ―Una
chica habló con normalidad―. No
creo que pueda ir a tu casa, la tormenta es muy fuerte… ¿Estás seguro que
quieres que vaya esta noche? Podemos dejar nuestro asuntito para mañana, ¿No te
parece? ―La chica dejó
de hablar esperando la respuesta, pero solo escuchó una respiración.
Lucía era el tipo de chica indiscreta
que casi nunca dejaba hablar a los demás. Nerio siempre era interrumpido por
las contestaciones de su novia. Lucía completaba sus frases al hablar o
simplemente Nerio no decía nada, porque sabía que ella contestaría.
―¡Ah!
Está bien, bobo, yo también quiero verte, tenemos tiempo sin divertirnos en la
cama… ―La
sensualidad despertó en su voz―. Solo
dime que quieres que vaya y pediré un taxi, no pienso manejar mi auto en esta
lluvia. Si me dices que me amas, iré de inmediato ―lo
retaba con un jugueteo y risitas.
―Ven
enseguida, te deseo, no puedo aguantar las ansias de tenerte aquí... ―dijo
el macho con la voz de Nerio y colgó el teléfono.
FIN
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