Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra.
Cumpliendo mi promesa, este es el cuento que escribí para el reto que mi amigo Darsien perdió en nuestro video de Preguntas y Retos.
Un relato de ciencia ficción donde un enemigo omnipotente destaca sobre una dimensión infinita y decreta ciertas circunstancia que causan un gran problema a Darsien Holsband.
Ciencia Ficción y Fantasía.
No
llovía, no helaba, no había aire, ni atmósfera, no existía el calor; la presión
y la gravedad eran conceptos imposibles en ese lugar… Sin embargo, las leyes de
la lógica obligaban a los seres que protegían ese lugar a establecer ciertos
parámetros para que la Reja fuera transitada.
Todas las dimensiones convergían aquí,
todos los lugares en la existencia se cruzaban en algún punto y los Guardianes
debían mantener el debido orden, para que nada, absolutamente nada, cruzara las
fronteras existenciales sin el debido permiso que ellos mismos se adjudicaban a
consentir.
Aunque el concepto del tiempo era
burlado a menudo en la Reja, los Guardianes se comprometían a establecer los
sucesos por secuencia, estableciendo un pasado, un presente y un futuro; dando
un paso al principio de causalidad, un axioma que decretaba una magnitud
espacio tiempo para prolongar: segundos, minutos y horas, y conllevar a
transcurrir, días, meses y años, dentro de la dimensión universal. De esta manera, los Guardianes podrían
instituir cuantos días transcurría su guardia, sin tener que explicar muchas
variantes existenciales a los visitantes a los que ellos permitían el paso.
Entendido esto, “hoy” era un día normal
en la Reja. El absoluto blanco de la Nada permanecía como de costumbre; vacío,
etéreo, unánime, unísono e irrelevante.
Las puertas dimensionales estaban
cerradas, todas ellas. Los Guardianes no estaban a la vista; a la mayoría les
gustaba permanecer ocultos, inmutados en sus propios pensamientos cósmicos. A
algunos les gustaba espiar las dimensiones de otros, estaban cansados del
conocimiento de las realidades que resguardaban. Otros vanagloriaban las
proezas de sus dimensiones y se fascinaban cultivando las tecnologías,
pensamientos y conocimientos de las mismas. Había otros más osados y atrevidos,
unos secuestraban guerreros para divertirse luchando contra ellos, y otros
seducían seres vivos para experimentar y divertirse a costa de sus
sexualidades.
Pero Darsien Holsband era un Guardián
de la Reja tranquilo, de vez en cuando disfrutaba de una buena batalla, una
hermosa compañera en la cama o un excelente libro antes de “dormir”. En
términos que lo igualaban a otros Guardianes, él era pasivo, a menos que fuese
irritado.
Darsien entró en la Reja, algo iba mal…
no sentía las presencias de los demás Guardianes, algo más inusual aún. Aunque
estuviesen ocultos, todos los Guardianes poseían la capacidad de detectar a sus
compañeros de la Reja, incluso a individuos que transitaran en la Nada.
No obstante, Darsien caminó
tranquilamente por cada reja dimensional; las presencias seguían ausentes, su
preocupación aumentó. «¿Dónde están los otros Guardianes?», pensaba.
De repente, comenzó a sentir una
presión, una tensión atmosférica como la gravedad de un gigantesco planeta.
Darsien no pudo caminar, los pies le pesaban como miles de kilos de plomo.
Algo en la Reja estaba manifestando su
propio entorno, pero Darsien era incapaz de percibir una mínima presencia de lo
que fuese que estuviese allí. El suelo que pisaba, pasó de ser algo intangible
y blanco, a convertirse en un sendero de ladrillos negros y pulidos, tan
profundos y estrellados como un infinito universo.
Una gigantesca sombra se posó encima de
él. El escalofrío horrible le recorrió la espalda, como si un ectoplasma
sideral le hubiese atravesado el cuerpo.
Hacía décadas desde que Darsien no
sufría el miedo y en esta ocasión estaba completamente aterrado. Sabía que algo
enorme estaba detrás de él, pero lo que más le asustaba es que aun estando tan
cerca como para ver la sombra de “eso” encima de él, seguía sin sentir ni una
pizca de la presencia de esa cosa… «¿Qué tan poderoso es ese ser, qué ni un
Guardián de la Reja es capaz de sentirlo?», era lo único que surcaba la mente
de Darsien.
―El
último Guardián de la Reja ―pronunciaron
varias voces al mismo tiempo, voces de todos los sexos y de todas las edades.
Darsien supo de inmediato que, aunque
fueran varias voces, provenían todas de un mismo ser. Armado de valor, Darsien
trató de voltearse, pero le temblaban las piernas, aquellas voces no se
escuchaban en el aire, le hablaban directamente en la cabeza.
Una fuerza psíquica movió el espacio
donde Darsien estaba parado, el sendero de piedra turmalina giró, pero el
Guardián sintió como si más bien toda la Reja se hubiese movido. Darsien cayó
en cuenta que ahora estaba frente al artífice de toda esta situación
descabellada; logró levantar la vista y conocer frente a frente a aquel ser
supremo.
―Darsien
Holsband, el Guardián de la Reja ―dijo
aquello.
Por un momento, Darsien pensó que
inclusive su amplio conocimiento, no iba a ser capaz de entender la morfología
de un ser omnipotente. Pero cuando lo observó, se dio cuenta que eso que veía
probablemente era una pobre representación para que los Guardianes pudiesen
entender a que se enfrentaban.
Había una especie de manta o capa
flotando en el aire, el telar de la misma estaba compuesto por galaxias y
universos; Darsien comenzaba a entender que no era tan sencillo como pensaba.
Su forma era aparentemente humana, una silueta humanoide cubierta por esa manta
cósmicamente trascendental, pero no veía ni brazos, ni piernas. En vez de una
cabeza, se posaba un pequeño planeta rojo con dos anillos giratorios, uno
dorado y otro de plata.
―Te
he estado esperando, Darsien ―anunció
aquel ser―. Conocer y
dominar el tiempo no me hace más paciente y ya he tenido mucha paciencia con
ustedes ―expresó la
presencia.
―¿Quién
eres? ―osó a
preguntar.
Darsien no pensó que esas palabras
pudiesen salir de su boca, pero lo había logrado.
―Entender
mi existencia es indudablemente imposible, yo soy todo lo que es, lo que fue y
lo que será; pero el mismo flujo del entendimiento racional para seres como
ustedes me obliga de denominarme, no como un algo, sino como un quién―.
Aquel ser se movió alrededor de Darsien mientras hablaba―.
Y como soy un amante de la comedía inteligente, el sarcasmo y la ironía, decidí
bautizarme por esta ocasión con el hombre de Enigma―.
Agachó la cabeza imitando el mirar de un humano.
―¿Dónde
están los demás Guardianes? ―enfrentó
a la presencia; quizá hablar con aquel ser dotado de amplio léxico, le permitió
a Darsien armarse de valor para conversar.
―Ya
no existen, ninguno de ellos ―explicó
aquel ser sin mucha dilación.
Darsien observaba y se perdía en el
infinito espacio de la capa estelar.
―La
monotonía es el peor enemigo de la inmortalidad, he pasado eones aburriéndome y
aburriéndome sin ningún sentido. Entonces fue cuando recordé el libre albedrío
que tanto profetizan otros seres iguales a mí, pero de menor denominación ―comenzó
una explicación banal―.
Me dije: «¿Por qué no dar libertad existencial para que entidades poderosas jueguen
con sus propias dimensiones?». ¿Entiendes a dónde quiero llegar, Darsien?
―preguntó, permitiéndole al Guardián hablar con
mayor libertad.
―¿Tú
creaste la Reja? ―preguntó
Darsien atónito, esa enunciación no encajaba del todo con el origen que él
conocía.
―No
exactamente, yo permití que se creara ―decretó
con tono astuto―.
Pero como toda creación, la vida con libre albedrío se escapa de las manos de
su creador. Me es imposible negar que la existencia de la Reja me divirtió por
miles de años, pero todo se ha vuelto un caos… un caos que comenzó a aburrirme―.
La última frase de aquel ser sonó gutural y escalofriante.
―¿Habrá
alguna forma de mantener tu entretenimiento? ―Darsien
trató de razonar con la presencia. Sabía muy bien en qué sentido se dirigía, él
ya era el último Guardián, indicativo de que todos los demás habían fallado…
―Absolutamente
no ―pronunció aquel ser―.
Existen demasiadas conexiones dimensionales, paradojas y garabatos
existenciales; algo que me molesta más que la monotonía, es el caos. He dejado al
caos demasiado tiempo libre para que juegue a su antojo aquí en la Reja, es
hora de ponerle fin a todas estas historias―
dictaba Enigma con poderío.
―No,
por favor, debe haber alguna manera… ―Darsien
se sentía frustrado, como todo su poder, fuerza y habilidades tan poderosas
como las de un dios, se veía reducido a una simple conversación para poder
salvarse.
―¿Por
qué crees que te dejé a ti para el final, Darsien? ―preguntó Enigma con astucia
y picardía―. Todas estas historias están conectadas a ti, eres el Guardián con
más vínculos dimensionales que he visto. Ustedes pasaron su existencia
observando las vidas de sus dimensiones a través de las rejas, pero… ¿Nunca se
preguntaron quién los observaba a ustedes? ―esa confesión dejó helado a
Darsien.
―Dame
una oportunidad de demostrarte lo que valgo ―trató de suplicar con autoría,
pero aquel ser ya había tomado una decisión.
―¿Me
creerías si te cuento que tú solo eres producto de la imaginación de un
escritor en algún lugar de un planeta llamado Tierra? Más específico todavía,
en la ciudad de Maracaibo, estado Zulia, país Venezuela ―declaraba aquel ser,
quería desquebrajar a Darsien, pero no por nada era el último Guardián de la
Reja.
―Me
parece algo ridículo… ―expresaba el guerrero Guardián, a pesar de recordar
todas sus vidas pasadas siendo humano.
―No
lo es. ―Y por primera vez se escuchó la estruendosa risa de Enigma―. No habrá
más Reja, ni diarios de Guardianes, ni anillos entrelazado, crónicas de
jinetes, espadas silenciosas, dioses traidores, y nada más que pueda surgir de
tu imaginación, Darsien Holsband― gritaba decretando su sentencia.
El cuerpo del Guardián comenzó a flotar
en el aire, el suelo tembló y cayó de rodillas.
―Reiniciaré
toda la existencia, concentrándome en crear una sola dimensión como lo era en
un principio. Me divertiré observando como las nuevas creaciones fungen otra
Reja―. Las voces evocaban alivio. ―A todos los demás Guardianes les di una
muerte irónica. Te había mencionado que soy un amante de la comedia y el humor
negro. Tengo preparado algo espantoso para ti, Darsien. Sé que te gustan mucho
las mujeres, por lo cual, antes de evaporar tu existencia, primero quebrantaré
tu orgullo como hombre ―enunció Enigma, de haber tenido un rostro, seguramente
la sonrisa más macabra se hubiese dibujado en su cara.
La vestimenta de Darsien se evaporó como
si nunca hubiese existido, quedó desnudo y friolento en medio del sendero
negro. La risa de Enigma lo preocupó intensamente; se le aceleró el pulso, las
palpitaciones aumentaban cual tambores de guerra.
Luego, varias figuras masculinas
aparecieron en el sendero; hombres corpulentos y bien dotados,
escalofriantemente con el mismo rostro de Darsien.
El sudor del Guardián era como gotas
heladas de las mismas tundras de los polos. Los hombres se acercaron a Darsien
y comenzaron a divertirse con él… de una manera sexualmente absurda y
descabellada. El alma y el honor de Darsien morían en ese preciso momento y
deseó con todas sus fuerzas que acabasen pronto… literalmente.
Cuando por fin Enigma se aburrió de la
escena, hizo desaparecer a los hombres, se deslizó en el aire quedando frente
al Guardián que yacía en el suelo agotado, sudoroso y lleno de fluidos poco
agraciados.
―Tuviste
la principal culpa de este caos, podría decirse que este fue un holocausto
darsienniano, ¿Qué te parece? ―dijo aquel ser con ironía y sarcasmo.
Darsien no pudo pronunciar nada, estaba
en shock… Sin embargo, podía escuchar las voces de Enigma en su cabeza.
―Me
temo que esta es la despedida, todo acabó aquí. ―El comentario le causó gracia.
Y con una pisca de su omnipotencia,
Enigma desapareció toda la existencia de Darsien, de la Reja y todas las
conexiones dimensionales relacionadas con él.
FIN
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