Hola mis Criaturas Literarias, yo soy JaaB y en esta ocasión quiero compartir en las oscuras páginas de mi Blog, el primer capítulo de mi primera novela publicada,
la sensual y terrorífica Viscoso Azabache, una novela de suspenso, terror erótico.
Suspenso, Terror Erótico.
MUJER DE NEGRO Y PLATA
Ya la tenía en la mira cuando entró al salón de fiestas.
Dimitri era audaz, le encantaban los retos y siempre que veía a una chica en
algún lugar, se lanzaba a abordarla sin pensarlo. No tenía preferencias en
estilo de mujeres, pero si siempre el mismo estereotipo; le encantaban altas y
delgadas. Todas eran parte de su diversión, su hobby fue siempre la seducción,
acompañado de romance, deseo y lujuria. Fue un hombre sin límites, dispuesto a
usar cualquier artimaña para conquistar su objetivo; morenas desde la piel más
oscura hasta la más clara y canela, rubias de cabellera casi blanca hasta
cabello amarillo o castaño, pelirrojas y de cabello negro que eran sus
preferidas; le hechizaban las mujeres de peinados exóticos, en rulos u ondas,
lisos y largos, con pollinas y coletas, incluso aquellas que osaban con
pintarse sus hebras de colores fluorescentes y locos, pero había algo que le
encantaba, una mujer de pelo corto.
¡Oh! Mis disculpas mi querido
lector, la emoción que me produjo este hombre siempre me causa los mismos
problemas, incluso olvido lo que hago para hablar de él y alabarlo, fue un
hombre espléndido del que me enamoré, inclusive… mis disculpas lo volví a
hacer, permíteme presentarme… por ahora me conocerás como: «Tu Humilde Narrador».
Continuemos con la historia.
Dimitri era un joven alto de 29 años; piel blanca, cabello negro y con una
tenue sombra de barba, mirada penetrante como la de un tigre y ojos color miel
como los de un águila que caza, y como le gustaba cazar al señor de apellido
Damasco. ¡Así es! como la hermosa ciudad de Siria, la exquisita fruta dulce o
el eterno acero damasquino. Siempre de buen vestir, le encantaba el color gris,
poseía una gran diversidad de trajes de gala de todas las variedades y tonos
grisáceos combinados con colores oscuros como el azul, negro y el violeta. Sus
cejas acentuaban su mirada como la mira de un francotirador, colocaba los ojos
en su presa y como la magia de un vampiro esparcía sus comentarios sutiles y
vánales para captar la atención que deseaba.
¡Oh! mi querido lector, este
hombre era un bárbaro, sus palabras nunca fueron despilfarradas, una vez que un
solo comentario se filtrara en los oídos de su presa, el veneno de su engaño
funcionaba al instante, la hembra caía a sus pies o mejor dicho de rodillas.
Ubiquémonos primero en el
contexto, nuestra historia tiene lugar en la ciudad de Maracaibo, estado Zulia
en Venezuela. Esa noche Dimitri entró en el gran salón, acompañado de un grupo
de amigos… en realidad solo un verdadero amigo, este hombre siempre era rodeado
de amistades interesadas, al igual que las mujeres que frecuentaba; conocidos
envidiosos que trataron de estafarlo y nunca lo consiguieron, compañeros de
trabajo y empleados esperando aprender de su jefe, otros fascinados de sus extraños
poderes con las mujeres y por último los que más odiaba Dimitri; los pegajosos
y molestos aduladores que lo imitaban e incluso repetían sus palabras.
Siempre estuvo acompañado de su
mejor amigo Dimas Leal; piel canela, alto y jovial de la misma edad de Dimitri,
competían juntos para ver quien conseguía a la mejor chica del lugar y aunque
Dimas siempre sabía que perdería ante la magia oscura de Dimitri, no ponía
objeción para disfrutar una buena riña con su mejor amigo y rival. Una vez
dentro del local nocturno, Dimitri, Dimas y sus “amigos” pidieron una mesa y
sirvieron las bebidas, los mesoneros conocían las increíbles hazañas de
Dimitri, todas las noches apostaban por ver a cuál mujer el seductor hombre se
llevaría en su carro deportivo.
Dimitri algunas veces era
indiscreto. Tenía 29 años de edad y en septiembre cumpliría los 30, pero no le
interesaba la edad de las mujeres, simplemente consideraba su físico, no le concernía
la procedencia, sus creencias, su forma de hablar ni su forma de ser. Y al
decir que este joven no era discreto me refiero a no tener miedo de las
opiniones ajenas, no le importaba seducir y acostarse con jovencitas menores o
con señoras maduras; su estereotipo era lo primordial, cualquiera que cumpliera
con ese requisito era bienvenida al palacio del señor Damasco.
Una vez se acostó con una
hermosa jovencita de 16 años que había entrado a un club nocturno con una
identificación falsa, pero ya Dimitri lo sabía, él adivinó lo que ella estaba
buscando, era cuestión de lanzar el anzuelo y llevar su presa al gran estanque
del placer. Cada vez que concebía encuentros amatorios con menores de edad era
una complicación para él, problemas legales fastidiosos que su amigo Dimas, el
abogado, le ayudaba a resolver, de una manera muy fácil y rápida, ya que
Dimitri poseía un ingreso monetario capaz de persuadir a cualquiera. El hecho
de probar lo prohibido lo excitaba y por eso las jóvenes y maduras eran sus
presas favoritas, anteponiendo a las señoras que no le causaban problemas
legales, claro está.
Volvamos al principio mi querido
lector. Dimitri se encontraba sentado en la mesa agitando con cuidado su vaso
de whisky en las rocas. Su amigo Dimas desataba un sostén en un pasillo oscuro
del club mientras besaba a una morena de pelo negro y mechas amarillas, sus
manos jugaban en el pecho de la mujer y ambos se divertían en su juego. Por
otro lado, Dimitri no dejaba de posar su mirada de halcón, analizaba su presa
para atacar y bien sabía que esta nueva hembra sería difícil.
Sin distraerse, fue sorprendido
por Dimas que con una sonrisa pícara le golpeó la espalda con su palma, la
sonrisa delataba su victoria y para alardear se sentó a su lado.
―¿Qué
te pasa hoy Dim? te noto distante, ya llevo una en mi lista y tú llevas cero. Lo
anotaré como un récord, por primera vez te voy ganando ―dijo
Dimas mientras se servía un trago.
―Ya
son 2 veces Dimas, ¿recuerdas esa vez en el crucero en Margarita? ―mencionó
Dimitri subiendo el ánimo de su amigo.
―Está
bien, está bien… estoy aprendiendo del maestro ―rió
Dimas ante el comentario de su amigo.
―Todavía
no aprendes nada…tienes pintalabios rojo en la boca. ―le
recalcó el maestro al aprendiz.
―¡Ah!
―se quejó Dimas
quitándose la pintura roja con sus dedos―.
¿Por qué no has hecho un movimiento? ¿qué estas
esperando? he visto como 8 chicas que no te han quitado la mirada de encima Dim.
―le preguntó a
Dimitri.
Con una sonrisa de triunfo,
Dimitri le indicó con su cabeza a Dimas lo que desde hace rato estaba viendo.
Sentada en la barra del club tomando un cóctel se encontraba la mujer más
llamativa de la noche, un misterioso espécimen que sin duda alguna Dimitri la
quería en su colección. Era casi imposible de ignorar, las miradas giraban a su
alrededor y los comentarios volaban en el aire como chismes caóticos, nadie se
atrevió a acercársele. Dimitri sabía muy bien qué deseaba esa imposible mujer,
¡él iba a obtenerla!
Esbelta, delgada, tonificada y
estilizada mujer de vestido negro ceñido a su escultural cuerpo, resaltando
ferozmente sus perfectas curvas y voluminosos pero sutiles glúteos y senos. Su
piel era tan blanca como la luz, eso la resaltaba en su vestido, pero eso no
era lo que llamaba la atención de la gente y de Dimitri; la mujer pintó su
cabello de color blanco, un blanco casi plateado extremadamente liso y corto a
un estilo parecido al Charlestón, pero con el cabello bajo en la nuca y las
puntas largas, simétricas a los costados casi hasta el final del cuello; acompañado
con unos despampanantes lentes de contacto blancos casi del mismo color de su
cabello. Cuando la luz rosaba su cara un brillo terrorífico chispeaba en sus
pupilas como si fueran los ojos de un felino o un caimán. Sus uñas y labios
combinaban del mismo color plata, el rubor se le notaba a creses por su
blanquees y la sombra negra de sus párpados resaltaban la mirada asesina de la
fémina, tal y como se veían los ojos de Dimitri en su estado de sigilo en
caza. Y la cereza sobre el pastel que
excitaba más a Dimitri, unos increíbles tatuajes desde su espalda hasta su
cuello en formas tribales, casi como notas musicales que cantaban en el oído de
Dimitri invitándolo a bañarse en ella.
Esa noche representaba un reto
especial a Dimitri. Normalmente conseguía conquistar hasta 5 mujeres por noche,
pero esa mujer lo atrajo tanto que decidió abandonar la posibilidad de otras
conquistas y concentrarse plenamente en llevar a ese misterioso modelo ejemplar
de mujer al éxtasis de sus perversiones.
Dimas al detallar a la mujer
captó de inmediato la intención de su amigo y con una risa bufona entendió que
su rival era único. Por más mujeres que él consiguiera esa noche ninguna,
incluso sumadas entre sí, les llegarían a los talones a la conquista perfecta
de aquella mujer de negro y plata.
Más decidido que nunca, Dimitri
dejó el trago en la mesa y caminó hacia la mujer abriéndose paso entre la gente
que bailaba en la pista. Él se sentía seguro de sí mismo, su victoria esa noche
estaba predestinada, la mujer de negro y plata también lo estaba observando y
no le quitó la mirada desde que se levantó para acercarse a ella.
Se sorprendió un poco cuando la
secreta mujer le habló primero a él, no muchas mujeres dan la iniciativa en una
conversación. Debía estar aburrida, llevaba mucho tiempo sentada en la barra y
se encontraba en el club mucho antes que llegáramos, pensó Dimitri. Tuvo
cuidado en sus palabras, esa mujer poseía un aire peligroso, inclusive su
perfume invitaba al deseo.
―Hola
―dijo la mujer
clavándole sus ojos plateados a Dimitri.
―Hola,
llevas mucho tiempo sentada aquí, te he estado observando desde el otro lado ―recalcó
Dimitri.
―Lo
sé, yo también te observaba. ―le
respondió la fémina extendiéndole su mano para presentarse.
Dimitri sonrió ante tan audaz
comentario, y se inclinó para besarle la mano. Sus sospechas eran ciertas, esa
mujer era un total riesgo, un peligro inminente, estaba ante una versión femenina
de sí mismo, la contrincante que siempre quiso tener, eso lo relajo más, porque
al cabo ya sabía en donde terminarían ambos, la carne llama a la carne como
dice el dicho y las dos dualidades sentían atracción, querían devorarse uno al
otro.
―Dimitri
Damasco, para complacerte… ¿Y tú eres…? ―preguntó
amablemente con una voz de total sensualidad, mientras se acercaba más y más
hacia la dichosa mujer.
―Hoy
no te diré mi nombre, regálame un trago. ―le
ordenó la mujer entretanto le sobaba la mejilla a Dimitri.
Con un gesto de la cabeza,
Dimitri le indicó al bartender que le sirviera un par de tragos. Él hombre
estaba emocionado, había tratado antes con el tipo de mujer dominante, esas que
afincan las uñas en la espalda; sus lenguas son látigos y sus órdenes siempre
deben ser acatadas. Eso lo emocionó por un instante, se sintió dominado, se
dejó ordenar y la complació. Sin embargo, tomaba distancia, no quería caer por
completo en su telaraña de pasión; él también era un arácnido, un escorpión que
espera el momento preciso para clavar su aguijón y no se dejaría devorar por
una viuda negra.
Por breves momentos se miraban a
los ojos, no decían nada, hablaban por medio de sus sentidos, se comunicaban a
la perfección, a pesar de haberse conocido unos segundos atrás. Ahora se
encontraban conectados como un solo ser, sus miradas quietas eran como máscaras,
ocultando el deseo y la atracción que sentían… ¡Oh! mi querido lector, ya
podrás imaginar cómo esta pareja en sincronía se complementaría en la cama.
Después de algunos sorbos de sus
bebidas y una que otra palabra, Dimitri dio un paso adelante, sostuvo a la
mujer por la cadera arrastrándola hacia él.
Como un reflejo o más bien un relámpago centellante, ella rosó sus
labios con los de él, invitándolo a seguir el juego… las dos entidades
aceptaron lo inevitable, se sumergieron en un apasionante, morboso, profundo y
viscoso beso. No les importaba nada y nadie a su alrededor, solo complacerse el
uno al otro, sus lenguas jugaban una batalla dentro de sus bocas; se
acariciaban, sobaban y golpeaban enjuagándose en un sádico baño de fluidos bucales.
La mujer de negro y plata le mordía los labios con deseo soltando una risa
pervertida, algo que siempre le gustó a Dimitri; sus labios se pegaban, suaves
uno al otro como piezas de rompecabezas destinadas a encontrarse.
El instante de la deliciosa
caricia fue interminable, solo pocos minutos y dentro de sus cabezas volaban
pensamientos obscenos de lo que pasaría a continuación. Ahora que conocían sus
sabores, querían probar más… un solo beso no los dejó satisfechos. Dimitri se
contuvo durante el acto para no subir sus manos hacia los senos y manosearlos,
debían salir de ese lugar rápido o estallarían del deseo.
Despegaron sus cuerpos y
rostros, él la bajó con sutileza del taburete de la barra y sosteniendo su mano
con dulzura caminaron a paso veloz hacia la salida del club, sonriendo entre
labios como si fueran dos adolescentes a punto de perder la virginidad.
FIN
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Esta fue la muestra del primer capítulo, muy pronto publicaré el segundo.
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