Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra y mi novela de suspenso, terror erótico Viscoso Azabache vuelve al Blog. Esta vez el segundo capítulo les mostrará la perturbadora y sensual esencia de la misteriosa mujer de negro y plata, además del poder que tiene Dimitri Damasco sobre las mujeres.
Suspenso, Terror Erótico.
MORBOSA Y DULCE CÓLERA
Los dos seres ansiosos de lujuria volvieron a
besarse fuera del club nocturno, caminaban entre besos y caricias mientras se
dirigían hacia el coche de Dimitri.
En fin, él saboreaba el interés de las mujeres,
conocía todos los deseos de ellas y los tenía en su disposición: dinero, sexo,
bienes materiales, personalidad única y extrema, y bonitas conversaciones al
oído con algún toque de sadismo. Si le demostraba lo que ella quería, no solo
la tendría para esa noche, sino muchas otras y esta era una presa de la que quería
alimentarse más de una vez, un exquisito manjar que tendría en su disposición
cuando él quisiera.
Dimitri se emocionó, aprovechó la situación y deslizó
su mano entre las piernas de la mujer, suavemente subió su mano hacia su entrepierna
y jugó con sus dedos; ella gimió con placer y risas, cerró los ojos y posó su
cabeza hacia atrás. El auto se detuvo ante un semáforo, ella dramatizó el
juego, giró la cabeza de Dimitri con sus manos y volvió a besarlo mientras
cambia la luz de roja a verde; después del beso la mujer rió pronunciando algo
en otro idioma.
La curiosidad abrió camino ante ambos, él no
entendió nada de lo que ella dijo y Dimitri poseía conocimientos amplios,
hablaba varios idiomas entre ellos: español, inglés, francés, italiano,
portugués, alemán y japonés. Y de entre toda su amplia gama del saber
filántropo no pudo comprender la procedencia de ese idioma.
―¿De
dónde eres? ―preguntó
Dimitri, deseoso de una respuesta sincera que sabía él que quizá no obtendría.
―Querida,
eres una mujer llena de misterios ―comentó
él.
―Y
eso es lo que más te gusta de mí, por eso no iremos a tu casa, iremos a la mía.
Gira en la siguiente esquina a la derecha. ―le
ordenó ella y como un sumiso perro entrenado Dimitri le siguió la corriente.
De esta manera él siguió su
juego. Ahora se embriagaba de una curiosidad extrema, cuando la vio por primera
vez supo que era alguien especial, de procedencias extranjeras. Ninguna mujer
de nacionalidad venezolana se atrevería a vestirse de tal manera y mucho menos
ser tan atrevida como lo fue ella, el estilo de seducción de las venezolanas es
distinto; se enfrascan en atrapar a los hombres en sus encantos, sin embargo,
casi ninguna da el paso adelante, siempre esperan la llegada del hombre. Las
múltiples conquistas de Dimitri lo volvieron un experto en identificación
femenina; pues bien, en Maracaibo la mayoría de las mujeres se sienten atraídas
por sujetos como él, ya que la totalidad de los otros hombres no acostumbrar a
comportarse como un Damasco. El estilo de las venezolanas y de las marabinas no
es tan extraño y extravagante como el de la mujer de negro y plata. Dimitri
también ha etiquetado en su lista de logros increíbles y hermosas extranjeras
en sus viajes y otras visitantes en un país turístico como Venezuela, pero
ninguna como la despampanante mujer en su asiento de copiloto.
A pesar de la deducción que
Dimitri creó, la supuesta extranjera conocía a la perfección la ciudad de
Maracaibo… Lo extraño era su acento al hablar, en una totalidad neutra sin
fallos, preciso y conciso, con un léxico extenso a su disposición.
Minutos después, la señorita
guió a Dimitri al centro de la ciudad, estacionando el auto en unos edificios
no muy bonitos. Dimitri esperaba llegar a un hotel, pero el misterio que
producía la mujer no la llevaría a delatar sus condiciones, él podía adivinar mucho
de ella con tan solo saber el nombre del hotel en donde se hospedaba. Comprendió
porque lo llevó ahí, el propósito de ella simplemente era una noche salvaje y
llevarse un recuerdo perverso de su viaje a Venezuela. Pero Dimitri tenía un
plan, hacerle el amor con tanta intensidad que su nombre y sus pensamientos de
esa noche no se desvanecerían de su mente de tal manera que se enamoraría de él
y la obligaría a visitarlo.
Bajaron del carro y ella tomó su
brazo abrasándolo con dulzura, subieron las escaleras del edificio, era una
residencia de pequeños bloques de cuatro pisos sin ascensor. Después de llegar
al último piso, giraron a la izquierda y descansaron en la puerta de madera de
un apartamento, durante el sonido de otro largo beso.
―¿Tampoco
me dirás dónde estamos? ―volvió
a formular otra pregunta.
―Es
el paraíso o el infierno, depende de tu perspectiva ―respondió
ella entre risas.
De repente Dimitri se percató de
algo, la belleza de la mujer lo distrajo de ese raro detalle, ella sacó una
única llave de entre sus senos para abrir el cerrojo del apartamento. Y es ahí
cuando Dimitri notó que su acompañante no llevaba un bolso, tampoco una pequeña
cartera o monedero, algo sumamente inusual para una mujer.
Por un instante se puso
nervioso, sospechó de las intenciones de la mujer, tal vez había
malinterpretado las señas y ella era solo un señuelo para un trágico acontecer…
un secuestro o algo peor. Había vivido eso antes, pero estaba preparado para
esas ocasiones; en sus días libres Dimitri practicaba defensa personal y
algunas artes marciales, y por si fuera poco llevaba siempre en su bolsillo un
pequeño taser eléctrico para defenderse.
―¿Qué
ocurre? Te noto preocupado… no hay nadie más adentro, solo estaremos tú y yo,
no quiero que nadie nos interrumpa ―articuló
la hermosa mujer calmando a Dimitri.
Volvieron a besarse al entrar al
apartamento, ella lo invitó a revisar su “casa” para cerciorarse de que su
preocupación no afectara su ímpetu nocturno. El hombre examinó todo el lugar
con minucioso cuidado, su única sospecha fue el abandono del sitio; las paredes
sucias, viejas y mal pintadas, la cocina sin gas y ningún utensilio, no era más
que un sitio de pasajeros. Dimitri finiquitó su teoría, esta mujer solo deseaba
una noche con él, buscó un espacio apartado para ambos, probablemente había
escuchado hablar de él y sus habilidades en la cama por otras mujeres.
Terminada la expedición, Dimitri entró en la
habitación donde había entrado la mujer para cambiarse… Al primer paso la
observó de espaldas hacia él completamente desnuda. La luz tenue de la
habitación maquinaba una atmósfera sedienta de pasión y el mismo cuerpo de ella
funcionaba como un espejo, refractando la luz hacia los ojos de Dimitri…
llamándolo al placer.
¡Oh, mi querido lector! presta mucha atención,
esta es una de mis partes favoritas de la historia, el encuentro de dos seres
que al unirse dan vida al universo y al mismo tiempo se olvidan de él.
El macho se acercó a la hembra con sutileza,
sobando con suavidad la línea húmeda de su espalda con su dedo índice, ella
sintió un escalofrío de excitación gimiendo con placer. Dimitri le apretó los
glúteos con fuerza en cuanto liberaba su frenesí besándola en la nuca y el
cuello. Pronto sus manos subían por la delicada cintura, sobaba su vientre jugando
con su ombligo que poco a poco se acercaban a los imponentes senos que
estrujaba con vehemencia mientras ella volteaba su rostro y con su mano giraba
el de él para besarlo nuevamente.
La locura se apoderó de la mujer, con rapidez se
dio vuelta para continuar el beso y con una fuerza demente le destapó la camisa
a Dimitri y lo empujó a la cama. La sonrisa de él incitaba a continuar, los pensamientos
de Dimitri eran morbosos y pensó que en esa ocasión no le importaba mucho
excederse en sus cualidades. Ella deseaba todo y él haría con ella lo que
quisiera, cosas que muchas mujeres no le permitían hacer.
De rodillas en la cama, ella caminó con
exquisitez como si fuera un reptil o una serpiente a punto de atacar, agachó su
cabeza hacia la entrepierna de él mostrando la figura de su hermosa espalda y
su trasero, resaltando las líneas finas de sus intrigantes tatuajes. Subió con
cuidado hacia los abdominales bien formados del hombre, a todas las mujeres las
hipnotizaba el estupendo cuerpo que Dimitri entrenaba. Hambrienta de él los mordió
y lamió con fogosidad hasta subir del mismo modo hasta su rostro para otro encuentro
de sus bocas.
Entre besos y mordiscos, ella le quitaba el
cinturón, destapando su pantalón, él le acariciaba el trasero y su intimidad jugando
con sus dedos, hundiéndolos hasta el fondo. La misteriosa fuerza de la mujer se
presentó de nuevo, su frenesí arrancó el pantalón y bóxer de un solo jalón,
asomando el miembro de Dimitri con ímpetu y orgullo. Desenfrenada, la mujer se
lanzó hacia el sexo del hombre, iniciando una de las partes favoritas del acto
para Dimitri. El sexo oral era su favorito, cuando recibía tal cariño se sentía
en la cima del universo, contemplando el mundo como si fuera un rey sentado en
su trono dispuesto a mandar. Si le fascinaba la boca de la mujer compactada en
sus labios, no podía imaginarse lo grandioso que se sentiría tener su hombría
en la boca y la garganta de la intrigante y sádica chica.
El acto inició y ella movió su cabeza entre tanto
él le acariciaba el cabello. Le maravillaban sus técnicas, amaba su boca y lo
experta que era en sus movimientos, le encantaba la forma en la que lo
humedecía y besaba, la forma en la que movía su lengua, los sutiles y perfectos
mordiscos; la experiencia de aquella mujer era única y casi lo volvió loco. Dimitri
se acobardó en pensar que tal vez no diera la talla con esa chica y se
incorporó en la escena, sostuvo a la mujer por el cuello para besarla y la
arrojó boca arriba en la cama, le mordía el cuello y devoró sus senos por
varios minutos, colocando sus dedos en la parte intima de ella.
De ante mano, Dimitri sabía que no sería fácil
competir con alguien de su mismo calibre, pero su misión era despojarla de sus
pensamientos, hacerla desfallecer para que nunca lo olvidara y se enamorara de él,
¡Ahora era su turno de actuar!
Comenzó por sobarle las piernas cuando le besaba
el vientre y lamía su ombligo. Arrodillado abrió las piernas de la mujer para
besar sus pies elevados, bajando cuidadosamente hasta el monte de Venus, seguido
de un acto casi canibalístico, comiéndose por completo los genitales de la
dama. Sus gemidos resonaban por todo el apartamento, Dimitri se hallaba feliz,
sabía que estaba ganando el juego y la ventaja que tenía era única.
Ahora llegaba una cúspide del juego, el momento
que ambos se unirían realmente. Dimitri la atrajo hacia sí abriéndole las
piernas, colocándolas por encima de los hombros de ella dándole un beso rápido.
Con afán, por fin entró, afincó su genital dentro de la dama. La mujer esbozó
un alarido placentero y por unos instantes solo se miraron sin moverse
esperando la reacción del otro.
Ella no puso objeción, no preguntó ni sugirió
nada, la típica pregunta que siempre aparecía en esas ocasiones ni se asomó en
su mirada; «¿Tienes protección?», la pregunta que siempre lo hacía reír. Dimitri
tenía una maldición o más bien una bendición para él; descubrió que era estéril,
una noticia que más que perturbarlo lo impulsó a convertirse en un cazador
omnipotente. No tenía que preocuparse por embarazar a alguna mujer y eso le
quitó un gigantesco peso de encima. Pues bien, si esta mujer no formuló tal
pregunta quería decir que los rumores de su esterilidad habían circulado hasta
sus oídos.
Dimitri arrebató la calma con furia, iniciando
unos movimientos como fuertes puñaladas al vientre de la fémina. Ella gritaba
del gozo que le producía aquel hombre y como bien lo había pensado antes
Dimitri, ella encajó sus uñas en la espalda lastimándolo un poco; esto solo
incrementó la intensidad de sus movimientos. A veces la mujer gritaba palabras
en su idioma desconocido acelerando el ritmo cardiaco del hombre, mientras lo
abrazaba para que no se le escapase.
¡Oh! mi querido lector, aquí es cuando la
turbulencia aumenta y el placer ciega los sentidos descubriendo cosas que antes
no habías visto. A Dimitri le confortaba reposar su frente entre los senos de
sus conquistas, escuchar los rápidos latidos de sus corazones en el acto lo
glorificaba, le gustaba sentir y escuchar como la adrenalina de ellas retumbaba
en los latidos del pecho… Cuando Dimitri se acercó a su pecho no escuchó nada;
un vacío extraño, un silencio misterioso reposaba dentro de su caja torácica,
inmediatamente subió la mirada para verla a los ojos, el éxtasis de la
agitación arqueaba el cuerpo de ella y Dimitri no pudo observar su rostro.
La excitación fue tanta que ella mordía sus
labios al punto de sangrarlos. Dimitri logró verla a los ojos, detalló los
hilos de sangre que brotaban de su boca, imitando a una vampiresa después de
comer; su sangre era tenebrosamente negra. La mujer le sostuvo la nuca y lo empujó
hacia ella para besarlo, las bocas y las lenguas jugaban de nuevo mezclando los
fluidos bucales con la turbulenta y espesa sangre. Dimitri probó su sabor, uno
sumamente extraño para la sangre, no tenía el característico sabor metálico, la
sangre de ella era jugosa, dulce y a la vez amarga como un chocolate. Quería
probar más y el beso se extendió mucho para seguir succionando el sabor
increíble que acababa de descubrir.
Bebió una gran cantidad de sangre negra. Preocupado
de que algo malo pasara por el derramamiento, trató de despegarse de ella, pero
la mujer no lo dejó. El sabor era hipnotizante y simplemente siguió bebiendo. Había
consumido demasiado, Dimitri sabía que algo extraño ocurría, ella no podría
sangrar tanto por una mordida de labios y aunque el beso continuó, trató de no
tragar más… Su concentración se agudizó y se percató de otra cosa que quizás
por el hecho de estar tan excitado no pudo fijarse antes.
Sus rostros fusionados por el infinito beso se
acariciaban, sus pieles se rosaban y compartían el sudor, sus narices se
tocaban una a la otra… la nariz de ella reposaba sobre la de él… pero Dimitri
no sintió su respiración, ni siquiera un pequeño soplo de aire salía de sus
fosas nasales; tampoco sintió su agitación pulmonar al estar ambos cuerpos pegados
por el calor.
¿Qué pasaba con esa mujer? el mejor sexo de su
vida se vio interrumpido por un temor chocante, Dimitri logró despegar su boca
de ella y levantarse por completo. Trató de retirar su miembro de ella, pero
algo dentro de la mujer no lo dejó hacerlo… La singular chica comenzó a reír de
una manera perversa, aun se encontraba de piernas abiertas y acarició el rostro
de Dimitri con sus pies, hablándole de nuevo en el raro idioma.
―¿Quién
eres…? ―preguntó Dimitri
agitado y con miedo. Su vista se nubló, veía borroso como si lo hubiesen
drogado.
Ella lo apretó con sus piernas.
Con un movimiento rápido como una gimnasta lo arrojó hacia la cama quedando
ella encima de él, Dimitri se golpeó la cabeza con el respaldo de la cama, se
sentía mareado y abatido, ¿qué le había hecho?
Trató de reincorporarse con
todas sus fuerzas. Ahora estaba enojado, pero la mujer comenzó a moverse
iniciando el acto de nuevo. Mientras reía, lo cacheteó acostándolo de nuevo en
el colchón. Dimitri no podía moverse, sentía nauseas, pero no la sensación de
vomitar. Ella se acercó a besarlo y como un reflejo él no se negó, no podía
controlar lo que hacía, sus manos se movieron por si solas acariciando los
pechos de la mujer.
Ella se inclinó a la derecha
revisando la pequeña cómoda donde reposaba la lámpara que iluminaba el cuarto;
del cajón sacó unas esposas y comenzó a atar a Dimitri al cabezal de la cama… Esto
lo encolerizó, estaba furioso; él adoraba el sexo, su propósito de la vida era
divertirse a cuestas de ello. Había practicado y experimentado muchas cosas:
tríos, orgías, pedofilia, sexo interracial, experimentos y juegos con comidas,
grabarse en el acto, desfogarse con actrices de películas para adultos, noches
con prostitutas, una vez experimentó con un hombre y no le gustó, le gustaba
tener relaciones con travestis transformados por completo, pensó en practicar
la necrofilia si alguna vez se le presentara la oportunidad con un cuerpo perfecto,
he incluso le encantaba y practicaba el incesto… pero hasta el mismo Dimitri
tenía sus límites sexuales y habían tres cosas que más odiaba del sexo: la
zoofilia, los juguetes sexuales y relaciones sadomasoquistas.
Aborrecía por completo ese tipo
de actos y juegos. No soportaba los juguetes sexuales, decía que le quitaban
protagonismo; su resolución siempre era complacer a su amante y no compartiría
ese placer con unos objetos… le molestaba ver a una mujer complacida por los
artefactos, lo cual era curioso ya que Dimitri siempre trató a sus mujeres como
meros juguetes.
La furia de Dimitri acrecentaba,
pero no tenía control sobre sí mismo. Su cuerpo lleno de satisfacción solo
pensaba en complacer a la mujer encima de él. Poco a poco su vista se oscurecía
y se moría del miedo, por un momento pensó que después de acabar todo en su
lecho e inconsciencia aletargada, la mujer robaría sus órganos o algo peor. Decidió
soportar hasta el último aliento con su fuerza para que cuando la mujer acabara,
él tuviera la oportunidad de escapar, pero fue inútil. Dimitri sabía lo
poderoso y duradero que podía ser en la cama, lograba persistir hasta un día
entero teniendo sexo sin descansar, algo que orgullosamente logró con las
prácticas y que por primera vez en su vida se arrepentía.
FIN
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Esta fue la muestra del segundo capítulo.
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