miércoles, 29 de marzo de 2017

Viscoso Azabache - Capítulo 02 [Novela]


Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra y mi novela de suspenso, terror erótico Viscoso Azabache vuelve al Blog. Esta vez el segundo capítulo les mostrará la perturbadora y sensual esencia de la misteriosa mujer de negro y plata, además del poder que tiene Dimitri Damasco sobre las mujeres.

Suspenso, Terror Erótico.

MORBOSA Y DULCE CÓLERA


Los dos seres ansiosos de lujuria volvieron a besarse fuera del club nocturno, caminaban entre besos y caricias mientras se dirigían hacia el coche de Dimitri.

  El motor encendió y el audaz conductor demostró sus maniobras en la pista, al igual que un león enseñando su melena a las hembras. Dimitri estaba anhelante de enseñarle a su pareja nocturna las impactantes y hermosas virtudes de su apartamento, él sabía muy bien del horroroso interés de las mujeres… una anécdota o más bien un dicho que siempre mencionaba Dimitri ante sus conocidos era este: «Todas las mujeres del mundo son interesadas, suponiendo de porcentajes, el 100% de las mujeres del mundo se divide así: del 100%, un 10% de las mujeres no son interesadas, y de ese 10%, un 5% son monjas o participes de una religión que no les permite pensar de ese modo y sin embargo su interés recae en su fe… por otro lado nos deja con un último 5%, en el cual caen mujeres sin atractivo físico ni mental, que solo desean un amor imposible y bien menores que no conocen del sexo y alguna que otra de mente asexual. Pero en términos concretos, un interés que se fomentará poco a poco por muy insignificante que fuera», palabras desde la propia boca de Dimitri.

En fin, él saboreaba el interés de las mujeres, conocía todos los deseos de ellas y los tenía en su disposición: dinero, sexo, bienes materiales, personalidad única y extrema, y bonitas conversaciones al oído con algún toque de sadismo. Si le demostraba lo que ella quería, no solo la tendría para esa noche, sino muchas otras y esta era una presa de la que quería alimentarse más de una vez, un exquisito manjar que tendría en su disposición cuando él quisiera.

Dimitri se emocionó, aprovechó la situación y deslizó su mano entre las piernas de la mujer, suavemente subió su mano hacia su entrepierna y jugó con sus dedos; ella gimió con placer y risas, cerró los ojos y posó su cabeza hacia atrás. El auto se detuvo ante un semáforo, ella dramatizó el juego, giró la cabeza de Dimitri con sus manos y volvió a besarlo mientras cambia la luz de roja a verde; después del beso la mujer rió pronunciando algo en otro idioma.

La curiosidad abrió camino ante ambos, él no entendió nada de lo que ella dijo y Dimitri poseía conocimientos amplios, hablaba varios idiomas entre ellos: español, inglés, francés, italiano, portugués, alemán y japonés. Y de entre toda su amplia gama del saber filántropo no pudo comprender la procedencia de ese idioma.

¿De dónde eres? preguntó Dimitri, deseoso de una respuesta sincera que sabía él que quizá no obtendría. 
Tampoco te lo diré… eso delataría mis orígenes respondió la osada mujer.

Querida, eres una mujer llena de misterios comentó él.

Y eso es lo que más te gusta de mí, por eso no iremos a tu casa, iremos a la mía. Gira en la siguiente esquina a la derecha. le ordenó ella y como un sumiso perro entrenado Dimitri le siguió la corriente.

                De esta manera él siguió su juego. Ahora se embriagaba de una curiosidad extrema, cuando la vio por primera vez supo que era alguien especial, de procedencias extranjeras. Ninguna mujer de nacionalidad venezolana se atrevería a vestirse de tal manera y mucho menos ser tan atrevida como lo fue ella, el estilo de seducción de las venezolanas es distinto; se enfrascan en atrapar a los hombres en sus encantos, sin embargo, casi ninguna da el paso adelante, siempre esperan la llegada del hombre. Las múltiples conquistas de Dimitri lo volvieron un experto en identificación femenina; pues bien, en Maracaibo la mayoría de las mujeres se sienten atraídas por sujetos como él, ya que la totalidad de los otros hombres no acostumbrar a comportarse como un Damasco. El estilo de las venezolanas y de las marabinas no es tan extraño y extravagante como el de la mujer de negro y plata. Dimitri también ha etiquetado en su lista de logros increíbles y hermosas extranjeras en sus viajes y otras visitantes en un país turístico como Venezuela, pero ninguna como la despampanante mujer en su asiento de copiloto.

                A pesar de la deducción que Dimitri creó, la supuesta extranjera conocía a la perfección la ciudad de Maracaibo… Lo extraño era su acento al hablar, en una totalidad neutra sin fallos, preciso y conciso, con un léxico extenso a su disposición.

                Minutos después, la señorita guió a Dimitri al centro de la ciudad, estacionando el auto en unos edificios no muy bonitos. Dimitri esperaba llegar a un hotel, pero el misterio que producía la mujer no la llevaría a delatar sus condiciones, él podía adivinar mucho de ella con tan solo saber el nombre del hotel en donde se hospedaba. Comprendió porque lo llevó ahí, el propósito de ella simplemente era una noche salvaje y llevarse un recuerdo perverso de su viaje a Venezuela. Pero Dimitri tenía un plan, hacerle el amor con tanta intensidad que su nombre y sus pensamientos de esa noche no se desvanecerían de su mente de tal manera que se enamoraría de él y la obligaría a visitarlo.

                Bajaron del carro y ella tomó su brazo abrasándolo con dulzura, subieron las escaleras del edificio, era una residencia de pequeños bloques de cuatro pisos sin ascensor. Después de llegar al último piso, giraron a la izquierda y descansaron en la puerta de madera de un apartamento, durante el sonido de otro largo beso.

¿Tampoco me dirás dónde estamos? volvió a formular otra pregunta.

Es el paraíso o el infierno, depende de tu perspectiva respondió ella entre risas.

                De repente Dimitri se percató de algo, la belleza de la mujer lo distrajo de ese raro detalle, ella sacó una única llave de entre sus senos para abrir el cerrojo del apartamento. Y es ahí cuando Dimitri notó que su acompañante no llevaba un bolso, tampoco una pequeña cartera o monedero, algo sumamente inusual para una mujer.

                Por un instante se puso nervioso, sospechó de las intenciones de la mujer, tal vez había malinterpretado las señas y ella era solo un señuelo para un trágico acontecer… un secuestro o algo peor. Había vivido eso antes, pero estaba preparado para esas ocasiones; en sus días libres Dimitri practicaba defensa personal y algunas artes marciales, y por si fuera poco llevaba siempre en su bolsillo un pequeño taser eléctrico para defenderse.

¿Qué ocurre? Te noto preocupado… no hay nadie más adentro, solo estaremos tú y yo, no quiero que nadie nos interrumpa articuló la hermosa mujer calmando a Dimitri.

                Volvieron a besarse al entrar al apartamento, ella lo invitó a revisar su “casa” para cerciorarse de que su preocupación no afectara su ímpetu nocturno. El hombre examinó todo el lugar con minucioso cuidado, su única sospecha fue el abandono del sitio; las paredes sucias, viejas y mal pintadas, la cocina sin gas y ningún utensilio, no era más que un sitio de pasajeros. Dimitri finiquitó su teoría, esta mujer solo deseaba una noche con él, buscó un espacio apartado para ambos, probablemente había escuchado hablar de él y sus habilidades en la cama por otras mujeres.

Terminada la expedición, Dimitri entró en la habitación donde había entrado la mujer para cambiarse… Al primer paso la observó de espaldas hacia él completamente desnuda. La luz tenue de la habitación maquinaba una atmósfera sedienta de pasión y el mismo cuerpo de ella funcionaba como un espejo, refractando la luz hacia los ojos de Dimitri… llamándolo al placer. 

¡Oh, mi querido lector! presta mucha atención, esta es una de mis partes favoritas de la historia, el encuentro de dos seres que al unirse dan vida al universo y al mismo tiempo se olvidan de él.

El macho se acercó a la hembra con sutileza, sobando con suavidad la línea húmeda de su espalda con su dedo índice, ella sintió un escalofrío de excitación gimiendo con placer. Dimitri le apretó los glúteos con fuerza en cuanto liberaba su frenesí besándola en la nuca y el cuello. Pronto sus manos subían por la delicada cintura, sobaba su vientre jugando con su ombligo que poco a poco se acercaban a los imponentes senos que estrujaba con vehemencia mientras ella volteaba su rostro y con su mano giraba el de él para besarlo nuevamente.

La locura se apoderó de la mujer, con rapidez se dio vuelta para continuar el beso y con una fuerza demente le destapó la camisa a Dimitri y lo empujó a la cama. La sonrisa de él incitaba a continuar, los pensamientos de Dimitri eran morbosos y pensó que en esa ocasión no le importaba mucho excederse en sus cualidades. Ella deseaba todo y él haría con ella lo que quisiera, cosas que muchas mujeres no le permitían hacer.

De rodillas en la cama, ella caminó con exquisitez como si fuera un reptil o una serpiente a punto de atacar, agachó su cabeza hacia la entrepierna de él mostrando la figura de su hermosa espalda y su trasero, resaltando las líneas finas de sus intrigantes tatuajes. Subió con cuidado hacia los abdominales bien formados del hombre, a todas las mujeres las hipnotizaba el estupendo cuerpo que Dimitri entrenaba. Hambrienta de él los mordió y lamió con fogosidad hasta subir del mismo modo hasta su rostro para otro encuentro de sus bocas.

Entre besos y mordiscos, ella le quitaba el cinturón, destapando su pantalón, él le acariciaba el trasero y su intimidad jugando con sus dedos, hundiéndolos hasta el fondo. La misteriosa fuerza de la mujer se presentó de nuevo, su frenesí arrancó el pantalón y bóxer de un solo jalón, asomando el miembro de Dimitri con ímpetu y orgullo. Desenfrenada, la mujer se lanzó hacia el sexo del hombre, iniciando una de las partes favoritas del acto para Dimitri. El sexo oral era su favorito, cuando recibía tal cariño se sentía en la cima del universo, contemplando el mundo como si fuera un rey sentado en su trono dispuesto a mandar. Si le fascinaba la boca de la mujer compactada en sus labios, no podía imaginarse lo grandioso que se sentiría tener su hombría en la boca y la garganta de la intrigante y sádica chica.

El acto inició y ella movió su cabeza entre tanto él le acariciaba el cabello. Le maravillaban sus técnicas, amaba su boca y lo experta que era en sus movimientos, le encantaba la forma en la que lo humedecía y besaba, la forma en la que movía su lengua, los sutiles y perfectos mordiscos; la experiencia de aquella mujer era única y casi lo volvió loco. Dimitri se acobardó en pensar que tal vez no diera la talla con esa chica y se incorporó en la escena, sostuvo a la mujer por el cuello para besarla y la arrojó boca arriba en la cama, le mordía el cuello y devoró sus senos por varios minutos, colocando sus dedos en la parte intima de ella.

De ante mano, Dimitri sabía que no sería fácil competir con alguien de su mismo calibre, pero su misión era despojarla de sus pensamientos, hacerla desfallecer para que nunca lo olvidara y se enamorara de él, ¡Ahora era su turno de actuar!

Comenzó por sobarle las piernas cuando le besaba el vientre y lamía su ombligo. Arrodillado abrió las piernas de la mujer para besar sus pies elevados, bajando cuidadosamente hasta el monte de Venus, seguido de un acto casi canibalístico, comiéndose por completo los genitales de la dama. Sus gemidos resonaban por todo el apartamento, Dimitri se hallaba feliz, sabía que estaba ganando el juego y la ventaja que tenía era única.

Ahora llegaba una cúspide del juego, el momento que ambos se unirían realmente. Dimitri la atrajo hacia sí abriéndole las piernas, colocándolas por encima de los hombros de ella dándole un beso rápido. Con afán, por fin entró, afincó su genital dentro de la dama. La mujer esbozó un alarido placentero y por unos instantes solo se miraron sin moverse esperando la reacción del otro.

Ella no puso objeción, no preguntó ni sugirió nada, la típica pregunta que siempre aparecía en esas ocasiones ni se asomó en su mirada; «¿Tienes protección?», la pregunta que siempre lo hacía reír. Dimitri tenía una maldición o más bien una bendición para él; descubrió que era estéril, una noticia que más que perturbarlo lo impulsó a convertirse en un cazador omnipotente. No tenía que preocuparse por embarazar a alguna mujer y eso le quitó un gigantesco peso de encima. Pues bien, si esta mujer no formuló tal pregunta quería decir que los rumores de su esterilidad habían circulado hasta sus oídos.

Dimitri arrebató la calma con furia, iniciando unos movimientos como fuertes puñaladas al vientre de la fémina. Ella gritaba del gozo que le producía aquel hombre y como bien lo había pensado antes Dimitri, ella encajó sus uñas en la espalda lastimándolo un poco; esto solo incrementó la intensidad de sus movimientos. A veces la mujer gritaba palabras en su idioma desconocido acelerando el ritmo cardiaco del hombre, mientras lo abrazaba para que no se le escapase.

¡Oh! mi querido lector, aquí es cuando la turbulencia aumenta y el placer ciega los sentidos descubriendo cosas que antes no habías visto. A Dimitri le confortaba reposar su frente entre los senos de sus conquistas, escuchar los rápidos latidos de sus corazones en el acto lo glorificaba, le gustaba sentir y escuchar como la adrenalina de ellas retumbaba en los latidos del pecho… Cuando Dimitri se acercó a su pecho no escuchó nada; un vacío extraño, un silencio misterioso reposaba dentro de su caja torácica, inmediatamente subió la mirada para verla a los ojos, el éxtasis de la agitación arqueaba el cuerpo de ella y Dimitri no pudo observar su rostro.

La excitación fue tanta que ella mordía sus labios al punto de sangrarlos. Dimitri logró verla a los ojos, detalló los hilos de sangre que brotaban de su boca, imitando a una vampiresa después de comer; su sangre era tenebrosamente negra. La mujer le sostuvo la nuca y lo empujó hacia ella para besarlo, las bocas y las lenguas jugaban de nuevo mezclando los fluidos bucales con la turbulenta y espesa sangre. Dimitri probó su sabor, uno sumamente extraño para la sangre, no tenía el característico sabor metálico, la sangre de ella era jugosa, dulce y a la vez amarga como un chocolate. Quería probar más y el beso se extendió mucho para seguir succionando el sabor increíble que acababa de descubrir.

Bebió una gran cantidad de sangre negra. Preocupado de que algo malo pasara por el derramamiento, trató de despegarse de ella, pero la mujer no lo dejó. El sabor era hipnotizante y simplemente siguió bebiendo. Había consumido demasiado, Dimitri sabía que algo extraño ocurría, ella no podría sangrar tanto por una mordida de labios y aunque el beso continuó, trató de no tragar más… Su concentración se agudizó y se percató de otra cosa que quizás por el hecho de estar tan excitado no pudo fijarse antes.

Sus rostros fusionados por el infinito beso se acariciaban, sus pieles se rosaban y compartían el sudor, sus narices se tocaban una a la otra… la nariz de ella reposaba sobre la de él… pero Dimitri no sintió su respiración, ni siquiera un pequeño soplo de aire salía de sus fosas nasales; tampoco sintió su agitación pulmonar al estar ambos cuerpos pegados por el calor.

¿Qué pasaba con esa mujer? el mejor sexo de su vida se vio interrumpido por un temor chocante, Dimitri logró despegar su boca de ella y levantarse por completo. Trató de retirar su miembro de ella, pero algo dentro de la mujer no lo dejó hacerlo… La singular chica comenzó a reír de una manera perversa, aun se encontraba de piernas abiertas y acarició el rostro de Dimitri con sus pies, hablándole de nuevo en el raro idioma.

¿Quién eres…? preguntó Dimitri agitado y con miedo. Su vista se nubló, veía borroso como si lo hubiesen drogado.

                Ella lo apretó con sus piernas. Con un movimiento rápido como una gimnasta lo arrojó hacia la cama quedando ella encima de él, Dimitri se golpeó la cabeza con el respaldo de la cama, se sentía mareado y abatido, ¿qué le había hecho?

                Trató de reincorporarse con todas sus fuerzas. Ahora estaba enojado, pero la mujer comenzó a moverse iniciando el acto de nuevo. Mientras reía, lo cacheteó acostándolo de nuevo en el colchón. Dimitri no podía moverse, sentía nauseas, pero no la sensación de vomitar. Ella se acercó a besarlo y como un reflejo él no se negó, no podía controlar lo que hacía, sus manos se movieron por si solas acariciando los pechos de la mujer. 

                Ella se inclinó a la derecha revisando la pequeña cómoda donde reposaba la lámpara que iluminaba el cuarto; del cajón sacó unas esposas y comenzó a atar a Dimitri al cabezal de la cama… Esto lo encolerizó, estaba furioso; él adoraba el sexo, su propósito de la vida era divertirse a cuestas de ello. Había practicado y experimentado muchas cosas: tríos, orgías, pedofilia, sexo interracial, experimentos y juegos con comidas, grabarse en el acto, desfogarse con actrices de películas para adultos, noches con prostitutas, una vez experimentó con un hombre y no le gustó, le gustaba tener relaciones con travestis transformados por completo, pensó en practicar la necrofilia si alguna vez se le presentara la oportunidad con un cuerpo perfecto, he incluso le encantaba y practicaba el incesto… pero hasta el mismo Dimitri tenía sus límites sexuales y habían tres cosas que más odiaba del sexo: la zoofilia, los juguetes sexuales y relaciones sadomasoquistas.

                Aborrecía por completo ese tipo de actos y juegos. No soportaba los juguetes sexuales, decía que le quitaban protagonismo; su resolución siempre era complacer a su amante y no compartiría ese placer con unos objetos… le molestaba ver a una mujer complacida por los artefactos, lo cual era curioso ya que Dimitri siempre trató a sus mujeres como meros juguetes. 

                La furia de Dimitri acrecentaba, pero no tenía control sobre sí mismo. Su cuerpo lleno de satisfacción solo pensaba en complacer a la mujer encima de él. Poco a poco su vista se oscurecía y se moría del miedo, por un momento pensó que después de acabar todo en su lecho e inconsciencia aletargada, la mujer robaría sus órganos o algo peor. Decidió soportar hasta el último aliento con su fuerza para que cuando la mujer acabara, él tuviera la oportunidad de escapar, pero fue inútil. Dimitri sabía lo poderoso y duradero que podía ser en la cama, lograba persistir hasta un día entero teniendo sexo sin descansar, algo que orgullosamente logró con las prácticas y que por primera vez en su vida se arrepentía.

                La noche siguió su curso y no pararon de desfogarse en la cama hasta que la pobre mente de Dimitri no tuvo más remedio que apagarse en un desmayo oportuno, que, sin embargo, a pesar de encontrarse inconsciente sintió como su cuerpo seguía erecto y en movimiento; satisfaciendo a aquella bestia sexual que lo secuestró.
FIN
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Esta fue la muestra del segundo capítulo.
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