Hola mis Criaturas Literarias, desde hace muchísimo tiempo había tenido ganas de escribir este pequeño cuento. Un relato muy corto y sencillo, donde expreso la majestuosa existencia de la vida y propongo demostrar el significado de Propósito y Existir.
Espero que puedan disfrutar de la enigmática mente de un muñeco de vudú. Por cierto, es el primer cuento donde diseñé una portada animada.
Fantasía existencial.
He muerto tantas veces para poder vivir, he sentido
tantas cosas para poder seguir aquí. He visto tantas cosas sin poder tocarlas
realmente, he sentido muchas cosas ajenas y he deseado que esos sentimientos se
quedasen conmigo…
¿Por qué nací? ¿Por qué hago esto? Tengo propósitos
inmóviles atados en hebras de cuero, hilo y paja. Alfileres que arrebatan
corazones, sueños y deseos. Alfileres que se clavan en mi cuero y matan… ¿Él me
creo para esto? ¿Este es… mi propósito?
¿Estoy vivo realmente? Cada vez que matan a través de
mí, me llevo parte de su esencia, de su vida, de su aliento.
Una vez fui un hombre muy alto y guapo. Trabajaba como
albañil arreglando y remodelando casas. Era un mujeriego empedernido, me
acostaba con las amas de casa, con las mujeres solitarias, con las hijas de mis
jefes… Hasta que el amor de una jovencita fue más fuerte que las infidelidades
machistas. Esa noche, una mujer tocó la
puerta de mi creador; la progenitora de aquella jovencita, su necesidad de
protección como madre no tenía límites. Cuando se ama, la gente hace locuras
por proteger y cuidar. La madre pagó la multa a mi creador. Una pieza de prenda
se incrustó entre mis hebras negras, el ritual conectó mi inutilidad motora al
sujeto casanova, y entonces el alfiler maldito hizo su trabajo.
He viajado a lugares donde no sé si algún día estaré,
pude besar sin tener labios, he escrito canciones y cuentos sin tener manos. He
escuchado melodías sin tener oídos, he visto colores, matices y luces sin tener
ojos. He bailado hasta desfallecer… sin tener piernas que mover. He hecho el
amor, he odiado, he gritado, he llorado… he sentido todo… pero en otras pieles
que no tengo, que nunca tendré.
He tenido muchas pieles, unas extrañas, otras
hermosas, de muchos colores. Piel roja y quemada, piel oscura carbonada, piel
blanca cual nevada, piel manchada como una pintura, piel mezclada, piel
mestiza… Y los cabellos, como me gustaría tener dedos y sobar bucles, hebras,
pliegos y flecos. También he tenido muchos de ellos, cabellos rojos y ondulados
como la lava de un volcán, cabellos negros como cascadas de oscuridad, cabellos
castaños como miel, cabellos amarillos como oro y trigo, cabellos blancos de
sal, cabellos grises como nubes tormentosas, cabellos multicolores como el
arcoíris…
Oh Dios, como quisiera estar vivo. También he creído,
adorado e idolatrado… tantos años sin vida y vivo al mismo tiempo, y tantas
creencias que no se si creerme. He rezado a imponentes dioses griegos y romanos,
a delicados y arquitectónicos dioses egipcios, a bárbaros y guerreros dioses
nórdicos, a transcendentales y enigmáticos dioses hindúes, a sanguinarios y
justos dioses aztecas, mayas e incas; a complejos y castigadores dioses
mesopotámicos, a bondadosos y crueles dioses orientales. A hombres poderosos,
mesías inspiradores, divinidades universales, criaturas omnipotentes y
cósmicas, seres inentendibles, demonios despiadados… y a papeles corruptos con
rostros impresos en ellos.
¿Cuándo podré vivir realmente para creer y rezar con
certeza? Quiero vivir, no quiero estar encerrado en mi propio cuerpo, atado en
un capullo de muertes, esperando que otro pedazo de vida se me ate y se me
arrebate con un alfiler.
Una vez fui una guerrera mesoamericana, una princesa
de una antigua tribu poderosa. Pero el poder también atrae enemigos y hambre;
el padre de esta guerrera arregló un matrimonio con otra tribu, una aldea que,
aunque no tan fuerte, era rica en territorios, sembradíos y animales.
Naturalmente el amor por ser libre, llevó a la guerrera a rechazar el
matrimonio, amar es sinónimo de libertad y el amor no puede ser limitado. Esa
vez, el líder de la tribu contraria, ofendido por el rechazo nupcial, pagó la
deuda a mi creador y un nuevo alfiler arrebató la libertad de una princesa.
Después de tantas muertes, he aprendido a amar la
vida. Quiero ser un alma libre, pero el cuerpo me ata.
¡Quiero vivir! Quiero ir a un parque y sentarme a
escuchar el viento y las aves, quiero encontrar un amante y besarle sin decir
adiós, quiero tomar píncenles e ilustrar en un lienzo, disfrutar de batallas
sin importar perder, componer canciones con instrumentos hermosos, cosechar un
árbol y verlo crecer, herirme para sufrir y curarme, exponer mi olfato a aromas
sublimes, viajar a cada rincón del mundo descubriendo cuevas, pasajes, bosques,
lagos, gente. Quiero quemarme, congelarme, sudar, quiero probar sabores
extravagantes y únicos; escribir novelas, cuentos y relatos extraordinarios; leer
aventuras, romances, horrores, crímenes, asesinatos, fantasías, mitologías,
comedia, ciencia ficción, suspenso, drama, ficción y poesía.
Quisiera soñar sueños maravillosos y horribles
pesadillas, quisiera enamorarme muchas veces, montar a caballo, volar en un
avión, beber agua de una cascada, contar la arena de un reloj, tocar texturas
extrañas, bañarme en una playa de arenas coloridas, cocinar un postre de
vainilla y chocolate, tomar fotografías de lugares inexplorados, tener una
mascota, ver una puesta de sol, dormir en la grama mientras veo las estrellas,
sentarme a meditar, observar todas las estaciones del año, entablar amistad con
alguien que desconozco, experimentar sexos extraños, esperar a esa persona
correcta después de una larga espera…
Si fuera un niño jugaría con mis soldados y autos de
carreras, si fuera una niña jugaría con mis muñecas y vestidos, si fuera un
hombre me gustaría proteger y ayudar a mi familia, y si fuera una mujer me
gustaría procrear y traer vida en mi vientre.
Recuerdo que una vez fui un anciano, derrotado por el
tiempo, desboronado por la vida, abandonado por el apego. No tenía nada porqué
existir, ya me quedaban amigos, mi familia había muerto, tenía dinero sin nadie
con que disfrutarlo… Pero seguía con vida, sin propósito, pero con vida. Una
existencia inútil en el mar infinito del existir. Fue una tarde cuando el
anciano entró a la casa de mi creador, charlaron más de lo adecuado. Al cabo de
unas horas, el anciano pagó la deuda y luego de unos meses, el alfiler de la
parca se clavó en mí, liberando a aquel ser de su desdichada vida.
En cambio, yo… sigo siendo un muñeco inmóvil, un
juguete vivo, pero sin vivir.
Soy un objeto especial, mi creador
ha tenido miles como yo, pero unos no funcionan, otros se rompen, otros se
doblan. Yo sigo estando aquí, para servirle como un verdugo. He visto como ha
creado otros como yo; elabora el cuerpo con cuero y paja, ata las extremidades
con hilo y cuerdas… Pero hoy mi creador está creando algo, algo que solo hace
cada cierto tiempo.
En un caldero negro y oscuro, mi
creador mezcla pócimas extrañas, conjura hechizos abstractos y prohibidos. A
pesar de ser un inmortal errante, y tener un conocimiento de cientos de
civilizaciones, mi creador sigue siendo humano y vuelve a estar viejo.
Cada vez que el tiempo golpea su
estadía mortal, mi creador busca un cuerpo nuevo. Él es un mago poderoso y
ruin. Sabe de artes oscuras y malignas que pocos conocen o saben controlar. La
alquimia es un poder peligroso, pero él sabe cómo usarla a su antojo y romper
con sus esquemáticas reglas para el beneficio de su inmortalidad.
Hoy ocurrirá lo mismo. Ha trazado en
el suelo un símbolo hecho de líneas gruesas y finas, círculos, cuadros,
triángulos y diamantes, perfectamente simétricos. En cada circulo colocó
materiales indispensables para una creación prohibida. Hoy jugará a ser Dios,
como muchas veces ya lo ha hecho.
Los materiales se entremezclan, los
huesos de un humano van cobrando figura, se forman los tejidos, las venas, los
órganos, los músculos, los tendones y cartílagos; la piel, las uñas y el
cabello. Un cuerpo nuevo, joven, viril y fuerte.
Ahora se dispondría a transmutar su
alma hacia el nuevo cuerpo. Mi creador se despoja de su vestimenta, se tinta
con marcas, pronuncia los encantamientos. Luego procede a acercarse al caldero
negro con la pócima. Se verterá el ardiente líquido para que, su viejo cuerpo se
derrita y su alma vuele al nuevo cascarón vacío que creó.
Al levantar el caldero, algo malo
ocurre… el suelo se agita, los objetos en las repisas caen, los cristales se
rompen, las lámparas se mueven. Un sismo interrumpe el ritual; mi creador se
tambalea con caldero en mano y resbala con el suelo.
El contenido del caldero va a parar
al escritorio de torturas; una ola de brebaje corrompe los utensilios, moja los
hilos, ahoga los alfileres y finalmente me hunde en un líquido lleno de
esperanzas y oscuridad infinita.
Al despertar, lo veía todo desde una
altura prolongada, me dolían las manos y los pies; sentía una picazón en la
entrepierna muy gustosa. Mi vista era más detallada… y mi creador estaba ahí;
tirado en el suelo, agonizando, viejo y decrépito.
Cuando bajé la mirada, observé lo
que muy en el fondo deducía. Un nuevo cuerpo que albergaba mi alma, el cascaron
vacío que contenía las porciones de todas las vidas arrebatas por tantos años…
vidas arrebatadas por ese hombre posado en el suelo.
¡Finalmente estaba vivo! Respiraba,
observaba, sentía el aire en cada centímetro de mi piel, todos mis sentidos me
respaldaban. Levanté los brazos y miré mis manos, conté cada dedo, los movía.
Toqué mi rostro, mi pecho, mis hombros, mi cabello… sobé mis piernas y mis
partes íntimas.
Procedí a caminar, me costó un poco
al principio, pero mi oído ayudó a equilibrar mi estatura, tamaño y peso. Mi
creador me observaba atónito; seguramente no entendía lo que pasaba. Su espalda
probablemente estaba rota, después de caer al suelo por el temblor.
Entonces me atreví… me atreví a
hablar. Esbocé un grito con toda la fuerza de mis pulmones. Mi creador se
paralizó de golpe, se tapó la cara asustado. Trató de conjurar algo, lo vi
mover sus dedos y susurrar conjuros, pero no iba a permitir que me quitara lo
que, por tanto tiempo, siempre deseé.
Me negaba a abandonar la vida que el
milagro me obsequió. Tomé el enorme caldero negro del suelo, lo levanté por
encima de mis hombros y descargué todo el peso del hierro oscuro en la cabeza
de mi creador… La sangre manó de su cráneo, su maza craneal se desparramó por
todos lados. El sabor metálico de la sangre fue el primero que estalló en mi
boca, con una pequeña gota que cayó dentro de mis labios.
Que sensación más sublime y natural.
Era hora de experimentarlo todo, era hora de vivir, de vivir por siempre.
Revisé el armario de mi creador, buscando una vestimenta adecuada para mi nuevo
cuerpo.
A partir de ahora, estudiaría con
más atención las artes oscuras que mi creador profetizaba. De ante mano, sabía
que una sola vida no me bastaría para cumplir con todos los sueños encapsulados
que tenía en mi lista, y necesitaría de muchos cuerpos como este para seguir
viviendo.
FIN
Me encanta, ese es el tipo de final que llena mi alma lectora :D. Muy buen trabajo.
ResponderBorrarGracias, Kristina. Me encanta hacer esos finales así. Gracias por leer. Saludos!
Borraresta buenisimo,jajaja en su arrebato de vida se convirtió en lo que odiaba de su creador a ver si este se pone responsable con las muertes
ResponderBorrarHola Joselyn. Quién sabe, quizá su conocimiento de la vida, le haga más responsable que su amo jaja. Saludos!
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