domingo, 22 de octubre de 2017

Instinto Artrópodo por Augusto Andra y Darsien Holsband [Cuento]


Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra. Cumpliendo con lo prometido, traigo junto a mi amigo Darsien, el final del duelo de narradores. Una historia que titulamos como Instinto Artrópodo, que podrán ver su creación improvisada en nuestros canales de YouTube:
Darsien Holsband y Criaturas Literarias.

Esta versión escrita, obviamente cuenta con una mejor narración, algunas correcciones y mejoras. Y por supuesto, una de mis geniales portadas animadas. Espero disfruten de esta aterradora historia en el mes del horror. 

Suspenso y Horror.

Las gotas de la garúa tocaban pasivamente las ventanas de la casa. El caudal de la tormenta acrecentaba, las gotas de la lluvia sonaban con fuerza al chocar contra los ventanales. Era una noche oscura y tormentosa.

Nerio se encontraba agotado o más bien con algo de flojera; había trabajado toda una jornada. En la ciudad de Maracaibo, el calor era tan intenso que a veces la gente deseaba que cayera un buen chaparrón de agua para refrescar el ambiente. Nerio agradecía un poco la lluvia, le daba cierta paz, aunque sabía que el día siguiente haría el doble de calor, debido a la humedad… Pero eso no importaba, dentro de unas horas, su novia vendría a visitarlo, una buena noche de amor le quitaría la pereza y despejaría su mente.

La tenue soledad acompañada por la lluvia, fomentaba un leve y soñoliento parpadeo en los ojos de Nerio. Este hombre vivía solo y daba gracias a Dios por ello, «No hay mejor compañía que la soledad», era una de las frases de Nerio, a su novia no le gustaba mucho cuando la proclamaba.

A pesar del estruendoso sonido de la lluvia, Nerio captó un ruido seco y tajante; provenía de la segunda planta de la casa. «¿Habré olvidado cerrar una de las ventanas de arriba?», se preguntó. Pero él era un sujeto muy disciplinado, ordenado y estricto consigo mismo; era casi imposible que olvidase hacer algo.

Volvió a escuchar el sonido, algo se arrastraba en la parte de arriba; luego escuchó muchos pasos. Nerio se levantó de golpe del sofá, siguió con la mirada el movimiento del sonido en el techo.

Una lluvia interna de nerviosismo inició dentro de Nerio, las gotas frías del sudor le invadieron el rostro. A pesar de su rectitud como persona, Nerio era un terrible cobarde. Deseaba con todas sus fuerzas que, quién fuese que estuviese arriba, probablemente un ladrón, decidiera marcharse y robar la siguiente casa; sin que ninguna situación peligrosa pasase.

Luego, recordó haber visto un par de gatos en la calle cuando venía de camino, quizá uno de ellos logró entrar… Pero las pisadas de gatos no se escuchan, ellos son extremamente silenciosos…

Con el poco valor que tenía, decidió escabullirse para ver qué generaba ese ruido. Estando frente a frente en las escaleras, dudó unos segundos, pensativo, analizando si debía subir o no. Pisó el primer escalón, todos los sonidos de la casa atravesaban sus tímpanos; cada pisar en los escalones de madera, sonaban aterradoramente incómodos.

Repentinamente, un espantoso y oportunista relámpago cayó fuera de la casa. El impacto eléctrico fue tan estruendoso y escandaloso, que inevitablemente un cortocircuito esfumó de lleno la corriente eléctrica, dejándolo a oscuras.

El susto hizo resbalar a Nerio, cayó por las escaleras, quedó sentado con las rodillas y el trasero adoloridos. Subió la mirada, nervioso, tratando de ver las escaleras que lo guiaban hacia arriba.

El corazón palpitaba a mil por hora, sentía que le iba a estallar el pecho. Cuando trató de levantarse, se dio cuenta que se había cagado encima, sus esfínteres tampoco contaban con la valentía que siempre quiso poseer. La mierda había desbordado por sus calzones; recorriendo como una lenta cascada de diarrea, por debajo de su short, llegando a embarrarle las medias blancas que tenía puestas.

El primer llanto en su cara dio inicio, se limpió las lágrimas. Pero cuando trató de caminar e incorporarse, pisó un charco de su propia mierda y volvió a resbalar. La cabeza de Nerio fue a parar en dirección a los primeros escalones de madera y el golpe seco le dejó un severo hematoma en el pómulo derecho.

En ese instante, una risa espeluznante resonó desde la cúspide de las escaleras, cubriendo todo el silencio que había en la morada. La risa atravesó de una manera turbulenta el corazón de Nerio.

El hombre no se movió pensando en su mala suerte. ¿Cuántas probabilidades había que le ocurriese esto? ¿Quién estaba arriba?

Cuando subió la mirada, a pesar de que todo estaba totalmente oscuro, divisó una especie de rostro blanco que, se asomaba en la punta de las escaleras. En un pestañeo, el rostro desapareció. Nerio vio como una ráfaga descendió por las escaleras, pero no se encontró directamente con su cara, sino que aquella cosa lo rodeó, merodeando por la casa.

El miedo invadió los pensamientos de Nerio, si antes estaba asustado, ahora el pánico lo dominaba. Sin más remedio, se apoyó en los codos para levantarse. Se dio cuenta que tenía un poco de excremento en la barbilla, lo limpió y se incorporó. A pesar de todo, algo muy dentro de él, decidió resolver el percance y averiguar quién o qué estaba en su casa.

La oscuridad era casi absoluta. Nerio se sabía de memoria su casa, trataba de esquivar los muebles y objetos, procuraba encontrar algo que pudiese iluminar un poco la sala de estar y ver a qué se enfrentaba.

La presencia corría por todos lados. Nerio sentía como caían las cosas, como se movían los muebles con los golpeteos… “Eso” cada vez se acercaba más a él. De repente, cayó en cuenta, que probablemente el hedor de mierda lo detectaba… Si esa cosa era un animal, lo tenía bien detectado.

Sintió un suave toqueteo en su brazo derecho, luego otro en su rodilla izquierda. Los roces de piel aumentaron, esa cosa comenzaba a tocarlo por todas partes con curiosidad. Nerio se desesperaba.

Comenzó a correr en círculos, la presencia se divertía persiguiéndolo y tocándolo. La adrenalina ajustó la vista de Nerio, su morada a oscuras ya no era tan espesa y absoluta… Pero empezó a notar algo, otro fragmento espeluznante en este juego. Una neblina espesa se manifestaba dentro de la casa, una bruma gris y pesada. La miasma cubrió toda la planta baja de la estructura, dificultándole nuevamente la vista.

Nuevamente la espeluznante risa de la criatura resonó en todas las paredes, tanto así, que Nerio creyó haberla escuchado en diferentes sitios al mismo tiempo; un maligno eco, rebotando en cada esquina de su hogar.  

El chirrido de la risa fue más intenso, Nerio se percató que, el sonoro género de esa risa, era femenino. Entonces entendió que aquel contante toqueteo, era algo más “erótico” que curioso, aunque no comprendía si esa cosa era humana o no.

Escapando de la sala de estar, Nerio llegó a la cocina. Recordó tener unas viejas velas en una gaveta; con desesperación las tomó con manos temblorosas, pero el miedo le nublaba el juicio y no conseguía recordar dónde había dejado posado su encendedor, o incluso si en la cocina había fósforos.

            El silenció nuevamente reinó, nada además de la lluvia goteando, ambientaba la escena… Oía voces, la voz de esa fémina criatura; las palabras se hacían conocidas y entendibles; o tal vez era un mero producto de la imaginación de Nerio, porque creyó escuchar: «¡Estas asustado!». 

            Sintió la respiración de ella en su nuca, un frío le recorrió la espalda y caminó tumbando los utensilios de cocina. Tropezó con un pequeño estante tumbando todo; del desorden, logró sostener un cuchillo. Con la misma velocidad, usando su adrenalina, huyó de la cocina adentrándose nuevamente a sala de estar.

            Otro episodio paranormal dificultó el trote de Nerio. La espesa niebla se hizo mucho más pesada y espesa. Nerio sentía los pies pesados y le costaba levantarlos al caminar. La neblina se condensaba, las partículas de aire caían al suelo convirtiéndose en agua, poco a poco un gigantesco charco inundaba la plata baja.

            La caminata se hizo más dura, en ocasiones los pies no lograban salir a la superficie, la espesa agua funcionaba como una especie de brea y jalaba a Nerio hacia abajo. De repente, otro frío sobrecogedor le arropó; sintió una gigantesca mano esquelética sosteniéndole la cabeza desde la nuca, una mano alargada fría.

            En menos de un segundo, la mano, con una fuerza monstruosa, apretó la cabeza de Nerio y lo hundió en el charco de agua del suelo; ese pequeño lago que ya le llegaba un poco más debajo de las rodillas.  

            Las burbujas de desesperación eran indicativas del desasosiego de Nerio. El desespero por salvarse lo estaba matando. Abrió los ojos dentro del agua y por alguna razón, no entendía como ese charco de agua, de manera inexplicable se hacía cada vez más profundo; un oscuro y maligno mar dentro de su casa.

            Movió las manos como loco, trataba de sostener y deshacerse de la mano que lo ahogaba, pero el esfuerzo era inútil. Los movimientos de Nerio solo propiciaron su completo hundimiento… Flotaba dentro del agua, bajando al fondo, como si se tratase de una roca pesada hundiéndose con lentitud.

            Giró el cuerpo tratando de observar la superficie, la visión seguía escasa… Pero, aun así, con aquella poca luz que reflejaba el agua, pudo visualizar la forma de aquella criatura que lo cazaba fuera del agua.

            El efecto de las ondas del agua distorsionaba la figura de la criatura. Un chasquido del agua dio apertura a otro ataque. La mano esquelética volvió a sostener con fuerza la cabeza de Nerio; otra mano lo cogió por el brazo y inexplicablemente, otras manos más, comenzaban a apretarlo en otros sitios, especialmente en su miembro viril.

            Nerio se sintió presa de un depredador marino: un pulpo o un calamar. Las manos lo inmovilizaban mucho y comenzaba a hundirse con más profundidad.

            A pesar de haber tragado un espeso cúmulo de agua, Nerio pudo ver a la criatura directamente, y entender la morfología de la misma.

            Se dio cuenta que era una mujer, una especie horrible y artrópoda; un arácnido antropomórfico, mitad mujer y mitad araña. Tenía torso humano, esbelto y delgado, a sus costados se asomaban cuatros brazos humanos, velludos, de color blanco; sus manos eran cristalinas y duras. La parte inferior de esta hembra arácnida era completamente la de una araña, idéntico al de una tarántula; el vello cubría las cuatro patas que la sostenían, junto al enorme abdomen que se asomaba como un trasero.

            Lo más espeluznante y aterrador, era su horrible rostro: una pavorosa mezcla humana con enormes ojos negros, profundos y oblicuos, junto a otros ojos más pequeños abajo. La cabellera larga cubría gran parte del rostro, pero fue imposible ignorar el rasgo más relevante de su cara: la mandíbula que sobresalía de su quijada, esos apéndices arácnidos a los costados de la boca; pequeñas garras para engullir su presa; tampoco tenía labios y una hilera de horribles y deformados dientes sucio se asomaban detrás de los apéndices de boca.

            Los movimientos constantes del agua, hacían parecer ese rostro como una calavera aterradora y sobrenatural.

            El miedo a veces trabaja de modos irracionales y el temor tembloroso de Nerio se esfumó dentro del agua. Detalló a la criatura, vio su figura desnuda y pálida. Al igual que un idiota, se fijó que la mujer contaba con unos voluptuosos y redondos senos; con pezones oscuros y puntiagudos. Probablemente la mente de este hombre, buscabas escusas en su vista para mermar el miedo y tratar de caer en sí.

            Una extraña corriente de agua los acercó. La mujer araña trató de atacarlo, un torpe movimiento de Nerio lo salvó de una zarpada y su cabeza inevitablemente chocó con los senos de la mujer. En ese instante, Nerio entró en sí, recordó el cuchillo que todavía tenía en la mano, apretó el mango con ambas manos y clavó el filo metálico por encima de la clavícula de la mujer.

            La criatura vociferó cual estruendo. El conjuro maligno que trajo el agua a la morada, desapareció instantáneamente. El agua se evaporó convirtiéndose en un gas nebuloso que cegó por unos instantes a Nerio.

            A pesar del confuso gas en su rostro, sabía que la criatura seguía agonizando frente a él, tenía que hacer algo para lastimarla lo suficiente y librarse de ella.

            Nerio apretó las manos, pero el cuchillo no estaba, lo había perdido en el maremoto. La desesperación lo abordó, la oportunidad se le escapaba. Afortunadamente, la arácnida sufría una presión en el pecho que no la dejaba respirar; inició una serie de alaridos dolorosos con toz y sangre. Nerio sintió una silla rosándole el muslo; sin pensarlo dos veces, tomó con ambas manos el asiento de madera y lo estalló en la cabeza de la hembra.  

            Coágulos de sangre le chorrearon desde la frente, el líquido carmesí le bañaba el rostro; su cara se veía más horripilante de lo normal. La hembra se enfureció; en su débil condición, la única defensa que pudo hacer, fue vomitar un espeso y viscoso huevo, cubierto por babas verdes y púrpuras, que brillaban con fluorescencia.

            La cáscara se rompió y miles de pequeñas arañas acudieron a la ayuda de su madre. Una ola de artrópodos se abalanzó sobre Nerio, escalando por sus piernas; lo cubrieron en su totalidad. El cuerpo se encontraba casi inmóvil, cubierto por una manta entera de patas, que se movían constantemente a su alrededor.

            La hembra se acercaba cuidadosamente.  En un intento de acabar el acto sexual que había iniciado, sostuvo a Nerio por los hombros y abrió la boca, mostrando todas sus fauces: los apéndices con goteantes y afilados colmillos, y aquellos dientes sucios y choretos. La hembra fue directo a la cabeza de su presa…

            Las fauces mordieron el cráneo humano, le perforó las sienes con los apéndices. Pero el comportamiento de la hembra no indicaba que cazaba por hambre, su deseo seguía siendo sexual. La lengua de la criatura se introdujo en la boca de Nerio, la larga extremidad se abrió pasó, perturbándolo… Siguió y siguió, rompiéndole la garganta y las cuerdas vocales. Llegó hasta el estómago e incluso hasta los intestinos. Lo violaba por dentro.

            Las otras manos de la hembra jalaron hacia abajo el pantalón, junto a los calzones de Nerio. A la criatura le gustaba el jugueteo con las partes sexuales del hombre. Al mismo tiempo, las pequeñas arañitas se introducían por los orificios del hombre…

            Nerio luchaba por liberarse, pero sus intentos de moverse eran inútiles; estaba paralizado hasta la médula. Comenzó a llorar desesperanzado y dispuesto a morir. Pero entonces, un parpadeo de luz cruzó el ventanal de la sala de estar.

            Un poderosísimo relámpago reventó la ventana principal. La luz fue tan intensa que la criatura se asustó y soltó a Nerio de un empujón, las pequeñas arañitas se escondieron debajo de los muebles y objetos.

            Nerio quedó inmundo y despavorido en el suelo. Tenía arañas muertas en su espalda, un gorgoteo de sangre en su boca y sus partes íntimas bastante atrofiadas.

            Una misteriosa voluntad desenfrenó a Nerio. Las piernas le temblaban, pero pudo levantarse. Vomitó la sangre que le quedaba en la garganta y en la nariz.

            Sabía que la hembra había subido a la segunda plata. Adolorido y cabizbajo, cogió una lámpara del suelo y la arrastró escaleras arriba. Esquivó los vestigios de mierda que había cagado en el suelo. Respiró profundo en el pasillo del segundo piso, atento a escuchar cualquier movimiento.

            Prestó atención, agudizó el oído para detectar a la arácnida mujer. Escuchó la regadera del baño y lentamente caminó hacia la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.

            Al abrir la puerta del cuarto de baño, vio a la hembra recostada en la ducha. El agua le caía encima como una llovizna. Por alguna razón, el agua la relajaba y calmaba.

            Sin ningún preámbulo y ningún atisbo de compasión, Nerio levantó la lámpara e inició una serie de golpeteos con la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo. Le atrofiaba el cráneo a la hembra; brotaban espesos coágulos y cúmulos de sangre, hasta hacerla parecer una papilla de sesos asquerosos.

            Nerio se sentó en el trono del baño y dejó escapar un brote de excrementos acompañados por partes trituradas de arañitas. Relajó la respiración, creyó que podría descansar finalmente… Pero lo que él no sabía, es que la criatura era prácticamente invencible bajo el agua. Por cada gota que caía, otra niebla aparecía, e iba reconstruyendo la cabeza de la arácnida. Había vuelto a tomar forma, curada y sana.

            Nerio volvió a cagarse encima, se arrastró por el suelo tratando de huir. La hembra todavía no estaba completamente recuperada, pero levantó las patas incorporándose.

            El hombre entendió que su única salvación era huir. Gateó desesperadamente hasta salir del baño, pero chocó con algo frente a él… Aquí fue cuando las esperanzas de Nerio terminaron por esfumarse.

            Justo en el pasillo del baño, se encontró con otra criatura arácnida. Nerio subió la mirada lentamente, divisando al nuevo ejecutor. El instinto le indicó que este nuevo ser, se trataba de la pareja de la primera criatura; era la versión masculina de la monstruosidad.

            El macho era mucho más grande y con una contextura mucho más robusta. Sin mucho esfuerzo, empujó a Nerio dentro del baño. Los poderosos y musculosos brazos del macho sostuvieron a Nerio al suelo, desquebrajando un poco sus huesos… Ahora era imposible que se moviera.

            El artrópodo dejó a la hembra sola para que terminara lo que había comenzado desde un principio. Siendo un ser superior en inteligencia, cerró la puerta del baño cuidadosamente, les dio la espalda y caminó de vuelta por el pasillo; escuchando los desesperados gritos de auxilio que Nerio clamaba. 

            Con suma delicadeza, el macho bajó las escaleras. Recorrió la sala de estar y observó a las pequeñas arañas que se asomaban con temor. Detalló la lluvia entrando por el ventanal roto, le fascinó el sonido de la tormenta y las gotas cayéndole en el rostro.

            De repente, el teléfono sonó; uno, dos y tres repiques. El macho sostuvo el aparato, levantó el auricular y posó las bocinas en su oreja y boca.

¿Aló, Nerio? Es Lucía. Una chica habló con normalidad―. No creo que pueda ir a tu casa, la tormenta es muy fuerte… ¿Estás seguro que quieres que vaya esta noche? Podemos dejar nuestro asuntito para mañana, ¿No te parece? La chica dejó de hablar esperando la respuesta, pero solo escuchó una respiración.

            Lucía era el tipo de chica indiscreta que casi nunca dejaba hablar a los demás. Nerio siempre era interrumpido por las contestaciones de su novia. Lucía completaba sus frases al hablar o simplemente Nerio no decía nada, porque sabía que ella contestaría.

¡Ah! Está bien, bobo, yo también quiero verte, tenemos tiempo sin divertirnos en la cama… La sensualidad despertó en su voz―. Solo dime que quieres que vaya y pediré un taxi, no pienso manejar mi auto en esta lluvia. Si me dices que me amas, iré de inmediato lo retaba con un jugueteo y risitas.

Ven enseguida, te deseo, no puedo aguantar las ansias de tenerte aquí... dijo el macho con la voz de Nerio y colgó el teléfono.

FIN

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