jueves, 28 de junio de 2018

Bogavante [Cuento]


Hola mis Criaturas Literarias, este es un nuevo cuento corto que escribí usando un ejercicio de PNL. Esta actividad consiste en elegir del diccionario 
5 palabras desconocidas para crear un cuento. 
Mis palabras fuero: Cuñete, Macruro, Colondión, Ostrícola y Arquitrabe. 

Suspenso.


Eran las cuatro de la madrugada, buen horario para quienes laburan vendiendo en el mercado del muelle.

Tardaría unas horas antes que el sol bañara el oleaje en el puerto. Los nubarrones ocultaban la tenue luz de la luna, como si fuera una niebla densa y aterradora; apenas y podía notarse el círculo perfecto de la luna llena a través de las espesas nubes negras en el cielo.

Pero a pesar de la lúgubre atmósfera matutina, este buen hombre nunca paraba de trabajar, llevando sus cuñetes de ostras al mercado.  

Esta madrugada divulgaba sospechas, estaba muy callada. Normalmente el hombre se encontraba con otros sujetos llevando su mercancía al muelle… Seguramente se había levantado demasiado temprano, ya tendría tiempo para descansar después al mediodía.

El puesto de ostras ocupaba un rinconcito debajo de un viejo edificio deshabitado, uno que otros vendedores aprovechaban para instalar ventas más grandes. El buen hombre sabía cómo organizar su tiendita, debajo de uno de los pilares, el más grueso y alto de todos.


El invisible e insonoro movimiento de una capa, pasaba desapercibido entre los muros y pilares del puerto. Un sujeto de vestimenta oscura se escabullía entre la oscuridad, una silueta felinamente humana adaptándose a las pocas sombras que brindaba la luz de la luna llena. 

Era un vil ladrón voraz, una lacra aprovechadora de situaciones funestas para sus piltrafas y mal quehaceres. Le había puesto el ojo al buen hombre. No sabía que llevaba en el último cuñete que cargaba al hombro, pero una cosquilla en el estómago le dio hambre, al oler el aroma a lo lejos. La sonrisa blanca de sus perfectos dientes destelló entre las sombras, con una mueca malvada y traicionera.

Sin producir sonido alguno, el ladrón saltó entre las sombras, era una manta negra deslizándose entre las oscuras proyecciones del suelo.

El buen hombre quiso descansar y colocó el cuñete encima del peculiar arquitrabe del pilar, que contaba con el espacio suficiente para colocar un comedor; a muchos clientes les encantaba sentarse en taburetes y disfrutar de las ostras y mejillones comiendo allí.

La sombra hizo su aparición al lado del cuñete. Observó el contenido y dedujo que el buen hombre trabajaba como ostrícola y se daría un banquete con aquellos ejemplares deliciosos, ya se le hacía agua la boca.

Pero justo cuando el ladrón metió la cabeza en el cuñete, algo más grande que una ostra se deslizó entre las corazas. Un acordé indecente ensordecedor y desesperante rompió el silencio en el muelle. El grito del ladrón pareciera que hubiese estimulado a las olas del risco a chocar con más fuerza.

El buen hombre se acercó corriendo al pilar, donde el ladrón se encontraba aullando y chillando de dolor en el suelo. Un macruro de corazas oscuras y brillantes le había arrancado la nariz con una de sus tenazas. El animal marino disfrutaba a aquel pedazo de carne y cartílago, mordía con desdén en tanto el hombre gritaba como un recién nacido.

Evidentemente la nariz había sido arrancada con dificultad, vaya fuerza tenía aquel macruro negro. La sangre le brotaba al ladrón a borbotones: le ensuciaba el bigote, los dientes y la ropa. 

El buen hombre corrió y abrió su maleta, no tenía utensilios para atender debidamente al ladrón, pero tenía una botellita con una solución liquida mezclada con colodión, quizá eso aliviaría el dolor del sujeto sin nariz.

Mojó un trapo beige con el colodión y se agachó para ver de cerca al sujeto sin nariz… Nunca había visto semejante espanto, el tipo parecía una calavera cubierta de piel y pelos. Aquella fosa por nariz le repugnó, pero no tenía más remedio, le tapó el agujero con el trapo y apretó la tela para desaguar la solución. El sujeto sin nariz gritó tanto que terminó por desmayarse.

El buen hombre no sabía qué hacer, era demasiado temprano y no había nadie en el muelle para que lo ayudara con ese tipo. De pronto, el macruro negro caminó hacía el sujeto sin nariz y trató de arrancarle una oreja, el buen hombre lo espantó a patadas.

El crustáceo era insistente, estaba antojado de carne humana. “Qué ironía, deliberar que las personas pagan mucho dinero por devorar un buen crustáceo y que estos desesperan por la carne de las personas”, pensó el buen hombre.

Pero en ese instante, una maliciosa y pícara sonrisa se dibujó en la cara del buen hombre. ¿Y si tuviera más carne humana para atraer más macruros?

El negocio de un ostrícola era productivo, pero pasar de vender ostras a vender crustáceos de buena calidad, no sonaba nada mal.

Qué suerte que ese día no había nadie en el muelle, porque nadie se dio cuenta cuando aquel buen hombre llevó a rastras a un sujeto sin nariz fuera del mercado. Esa fue la madrugada donde comenzó el nuevo negocio de macruros negros en el muelle.

FIN

2 comentarios: