miércoles, 13 de febrero de 2019

Última Bala [Cuento]


Hola mis Criaturas Literarias, yo soy Augusto Andra. Hoy 14 de Febrero, día del Amor y la Amistad, quise obsequiarle esta pequeña historia de romance y ciencia ficción, espero que la disfruten y tengan un excelente y apasionante día. 

Romance y Ciencia Ficción.


Ya ha pasado la tercera luna en el planeta, es curioso como esos satélites naturales iluminan tanto como un sol. Desde que los escuadrones llegamos a Minter, no hemos conocido la noche en este lugar, estoy comenzando a olvidar que se siente descansar en la oscuridad.

            A pesar de todo, aunque estando sola en medio de la nada, una triste humana perdida entre las estrellas, empiezo a tener empatía por las cosas efímeras que me rodean. Las lunas me parecen hermosas, ese cielo rosa y azulado es sublime, la arena blanca de la superficie me recuerda a la nieve en mi planeta, solo que esta no se derrite… Y más allá del cuartel, después del campo de guerra; lleno de trincheras, armamentos dañados y cuerpos destrozados, está él. Mi único compañero en todo el planeta Minter.

            Todas las mañanas hacemos la misma rutina. Después de asearnos y desayunar, cargamos nuestros rifles y subimos a la torre más alta de ambos cuarteles. La mira del arma es nuestro mejor binocular, estoy demasiado acostumbrada a observar el paisaje por esa mirilla. El brillo de la luz sobre la luna siempre crea un bonito destello encima del cuartel enemigo. Aquella torre negra y roja, siempre me pareció horrible y despreciable, ahora no tanto, me gusta mucho como se ve. Esa estructura alienígena es majestuosa, mucho más bonita que muchos edificios que solía ver en la Tierra, cuando era una niña y cuando había oxígeno.

            Y justo en el tejado de la torre se asoma él, me irrita que esté tan lejos observándome. Esa piel azulada, esa mirada oscura y penetrante, ese rostro humano y esa extraña cabellera suelta que parecen tubos de goma espuma amarrilla. ¿Qué pensará él de mí? Somos los últimos sobrevivientes de esta guerra por oxígeno. Hace mucho tiempo que perdimos el interés en matarnos.

            No nos quedan municiones, apenas un poco de comida y suministros para sobrevivir. Aprendimos a comunicarnos entre nosotros, comenzamos a entender nuestros lenguajes de señas, podríamos que decir que somos una especie extraña de “amigos”.

Después de dos meses estando solos, cualquiera se hubiese atrevido a atravesar el cuartel para ir al otro lado, pero el mecanismo de defensa de los cuarteles está activo las 72 horas del día. Las tormentas eléctricas surten las fuentes de poder de los cuarteles, suministrando energía infinita para sus campos de fuerza. He intentado unas quince veces desactivarlo, pero es inútil… y no quiero desperdiciar mi última bala en la computadora principal del cuartel.

¿Qué pensará él de mí? ¿Habrá tratado de desactivar el campo de fuerza también? Me he acostumbrado mucho a su mirada, sus ojos se hunden en mí hasta al fondo de mi mente, siento que me desnuda con su pensamiento ajeno. ¿Qué pensará él de mí? Una chica atlética, delgada y musculosa, con el cabello tan corto como el mío, no suele ser muy atractiva para los hombres de la Tierra… pero, ¿qué pensará él de mí?

He estado en tres guerras por oxígeno en distintos planetas, he visto varias razas distintas de extraterrestres: gigantes y bestiales, pequeños y viscosos, grotescos e insectoides, algunos como humanos… pero, nunca ningunos como los amagitas. ¿Podría considerarlos humanos? ¿Qué nos define como tal? Los amagitas son iguales a nosotros, tan atractivos como adonis o afroditas, tan inteligentes y sabios como cualquier terrícola. Si es así, ¿por qué luchamos? El oxígeno también puede ser un veneno lento que consume nuestra humanidad y nos convierte en bestias guerreras.

¿Qué pensará él de mí? Todas las “noches” antes de dormir pienso en su rostro; en cómo camina, en cómo me saluda, me habla y me observa. A veces pienso que su mirada no solo viene con intenciones de observación, percibo sentimientos y emociones entrando en mí. Hay días que tan solo vernos nos llena de felicidad, pero hay otros que nos consume la distancia y la tristeza.

Cada mañana es igual, subimos y nos apuntamos con el rifle, una mira que decide si uno de los dos vivirá lo suficiente. Ninguno se atreve a jalar el gatillo, no a estas alturas, donde no hay comunicación con nuestros superiores, donde nos dieron por muertos, donde al planeta Minter lo rodea un cinturón de asteroides casi impenetrable… Nadie vendrá por nosotros jamás.

El agua y la comida se acaba, comenzamos a vernos flacos y pálidos, incluso me es difícil sostener el rifle para verlo a él. Esta mañana fue distinta, él tardó mucho en subir a la torre, estaba muy agotado, dijo que tenía mucha hambre, no podía aguantar más, tenía casi una semana sobreviviendo solo con agua.

Mi situación no es muy diferente, tenía provisiones para unos tres días como mínimo, estábamos llegando a nuestro fin. Por primera vez lo vi desnudo, algo muy inusual, estaba al borde de la torre sin ropa y levantó los brazos para hablarme. Tenía un plan, un plan muy arriesgado.

El palpitar en mi pecho retumbaba todo mi cuerpo, me temblaban las rodillas y las manos, apreté los labios con fuerza y mis lágrimas aparecieron como si llorara una niña de seis años. Era la única manera de escapar de Minter, era la única forma de ser libres.

Las últimas fuerzas de nuestros cuerpos tomaron el control, nos colocamos en posición, apuntamos no solo con la mira, sino con el corazón. Ajustamos los parámetros, determinamos el objetivo. Un solo disparo en la cabeza del otro, un solo chasquido para librarnos de todo.

¿Qué pensará él de mí? Era lo único que me preguntaba todos los días y no fue hasta el último instante de nuestras vidas, que entendí que la respuesta de esa pregunta nunca fue necesaria para entender lo que él sentía por mí. Esa última bala en nuestros rifles no solo estaba llena de pólvora, electricidad, estática, fuerza, fricción y energía… también estaba repleta de esperanza y de cariño.

Fue justo en el segundo antes que la última bala entrara en nuestras cabezas que pude ver la señal que él hizo para mí, una señal que me hizo descansar en paz, un símbolo con su mano que solo significaba una cosa… un: te amo.

FIN

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