miércoles, 17 de junio de 2020

Descenso Aciago | RELATO | 😈✈️


Hola mis Criaturas Literarias yo soy Augusto Andra. Hoy les traigo un pequeño relato de suspenso que escribí para un concurso, pero no quedó en los finalistas (a pesar de que los otros que envié sí quedaron). Si eres de los que le teme a volar en aviones quizá te perturbe un poco. Disfrútenlo.

Suspenso

Había pasado la hora de despegue, el vuelo estaba un poco retrasado y la mayoría de los pasajeros se quejaban con la línea aérea.

Por otro lado, Cristian estaba sumergido en sus propios pensamientos. Necesitaba una nueva idea para escribir una historia. ¿Qué podría escribir ahora? ¿Quizá una épica o una historia de ciencia ficción?

Cristian apuntaba algunas ideas o bosquejos en un bloc de notas en su teléfono, luego repasaría las anotaciones para concretar mejor una idea. Al cabo de un rato, los parlantes del aeropuerto anunciaron la llegada del vuelo retrasado. Los pasajeros procedieron a abordar el avión.

Sin prestar mucha atención, Cristian ocupó su asiento, recordó que le hubiese gustado tocar en la ventanilla y miró de reojo a su vecino. En el asiento a su lado estaba un sujeto alto, buenmozo, de cabellera negra y una barba cuidadosamente cortada, el tipo llevaba un traje formal negro con una corbata muy roja. Al sentarse, Cristian captó un olor a canela proveniente del sujeto, un aroma extraño para una colonia, pensó él.

El vuelo no se demoró más. Las azafatas mostraban su rutinaria labor, enseñando los procedimientos salvavidas. Cristian se los sabía de memoria y no les prestó atención.

Durante la travesía, la mayoría de los pasajeros reposaban en profundos sueños, otros pocos se entretenían divisando alguna cosa entretenida en las pantallas de los asientos frente a ellos. Cristian se aburría, de repente se sintió cansado, no estaba de humor para seguir pensando en qué escribir, pero tampoco quería dormirse.

―¿Qué opina de la muerte? ―le preguntó el sujeto de traje negro a Cristian.

―¿Disculpe? ―contestó Cristian.  

―La muerte, ¿Qué opina sobre la entropía final de la vida? ―volvió a formular otra pregunta.

―No me gusta ―dijo Cristian, con una leve risa antes de hablar―. Le temo más a la vida que a la muerte, por eso no me gusta. No hay nada emocionante en la muerte ―terminó diciendo, volteando la mirada completamente hacía su compañero.

―Oh no, amigo, está muy equivocado. La muerte es fascinante, es el miedo que mueve toda nuestra adrenalina y endorfinas ―articuló el sujeto, sacando un enorme habano para encenderlo. 

―Disculpe, estamos en área de no fumadores… ―discutió Cristian en voz baja, miró a los lados tratando de ver alguna azafata.

―Tranquilo, nadie nos va a molestar. De hecho, nadie lo hará dentro de poco―. El sujeto sorbió el habano encendiendo la punta de un rojo incandescente―. Todos en este avión morirán ―dijo sin vacilación.

―¿Disculpe? ―preguntó Cristian, arqueando una ceja y volvió a observar a los lados.

―Repites mucho las palabras para ser un escritor. No suenas como escribes, puede que eso sea algo bueno, tus manos hablan diferente que tu boca ―La sonrisa del sujeto de traje iba acompañada del humo nicotínico. Envolvía la atmosfera.

―¿Quién es usted? ¿Nos hemos visto antes, me conoce? ―Esta vez la voz de Cristian sonó un tanto nerviosa.

―Oh amigo, yo los conozco a todos ―Y soltó una carcajada―. No te preocupes por los pasajeros, quizá no se note a simple vista, pero todas las personas aquí son malas existencias: ladrones, estafadores, malos padres, tacaños… ―El sujeto agitó la mano para no extender su explicación―. Todos morirán, así debe ser y así se hará ―chasqueó los dedos.

―No comprendo, ¡Azafata! ―Cristian intentó levantarse, pero el sujeto puso su mano en el hombro de Cristian para sentarlo de nuevo.

―Siéntate, Cristian Amundaray. La obra está a punto de empezar ―El sujeto sonrió de oreja a oreja, mostrando una dentadura muy blanca y perfecta.

Repentinamente cualquier vestigio de sonido se esfumó completamente del avión, un pitido agudo y molesto comenzó a sonar de la nada. La presión atmosférica acrecentó, como si la gravedad presurizada hubiese aumentado considerablemente. Un estruendoso crujido desquebrajaba las paredes y la nave aérea se tambaleó como en un cataclismo.

En un pestañeo, el avión estalló. Los escombros volaron por el cielo perforando las nubes. Los pasajeros gritaban desorientados y algunos morían instantáneamente del miedo. Las maletas y equipaje se esparcían por todas partes chocando con sus dueños, las piezas desquebrajadas de la nave cortaban a las personas bañando el cielo de una lluvia carmesí.

Cristian caía en picada como una bala de cañón, la presión del aire le desgarraba la ropa, pero misteriosamente no sentía dolor alguno en su cuerpo. Algo chocó con él y le hizo dar vueltas en el aire, pero ese algo se quedó pegado a él. Era el sujeto de traje que lo tenía tomado de los hombros.

―Esta es la fascinación de la muerte, esa adrenalina de la que te hablaba en el avión, ¿Puedes sentirla, Cristian? El horrible temor a la muerte ―gritaba el sujeto, con su peculiar sonrisa blanca.

―¡Suéltame! ―vociferaba Cristian.

―Tú no pertenecías a esta calaña, amigo. Eres un buen escritor, me gusta como hablan tus manos, pero te hacía falta conocer mejor a la muerte, por eso te puse en este avión ―le gritaba al oído.

―¿Quién demonios eres? ¿Por qué pasa esto? ―Cristian estaba desesperado. Pronto llegarían a tierra firme.

―Escribe algo bueno de esto ―Las manos del sujeto se soltaron separándose de Cristian. Un pedazo de armatoste le rebanó la cabeza.

Cristian siguió cayendo, el viendo lo jalaba directo a una hermosa pradera verde. Al chocar contra el suelo, se formó un enorme cráter. Los cadáveres de los pasajeros y los escombros inundaron el prado, pero Cristian seguía allí, con la ropa destrozada, pero con vida.

 

FIN


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