Hola mis Criaturas Literarias. En esta ocasión les traigo una historia bastante particular, un juego de inmortales muy sádico y sangriento, inventado por rebeldes adolescentes que usan sus dones eternos para tomar ciertos riesgos muy osados y peligrosos.
Los Ăşltimos vestigios de sol del crepĂşsculo rebotaban en el asfalto de la carretera. Se hacĂa muy tarde y el calor en el asfalto se convertĂa en un tenue frĂo que aumentaba, entre tanto la luz del cielo se ocultaba en el horizonte.
La ruta de Sanit Token no era muy transitada por los vehĂculos, aunque era una vĂa rápida solo de vez en cuando se escuchaba el rugido de un motor a toda velocidad, y un agudo frenazo de las llantas al pasar por la curva para desacelerar. Ergo, las noches en Sanit Token eran aĂşn menos frecuentadas.
Sin embargo, al igual que todos los viernes por la noche, ellos se
encontraban allĂ, ocultos tras la maleza al borde de la carretera, tratando de
ocultar la maliciosa risa traviesa, incluso antes de cometer sus fechorĂas de
adolescentes.
―¿Quién será el primero de esta noche? ―preguntó Roy.
Esa noche llevaba una chaqueta negra muy ajustada. Al igual que los demás,
habĂan decidido vestirse de negro todos los viernes, una manera de camuflarse mejor
en la noche. El detalle de Roy era que su inconfundible color rojizo en su
cabellera llamaba demasiado la atención, y mucho más con ese peinado punk con
una cresta en punta, cosa que se negaba rotundamente en ocultar.
―Las mujeres primero, ¿verdad? ―levantó la mano Naty con su particular risa pegajosa.
Ella vestĂa un suĂ©ter negro con las mangas demasiado largas y llevaba dos
coletas negras hacĂa arriba, ajustando su cabellera rubia con algunos mechones
tintados de rosa. A simple vista, Naty siempre llamaba más la atención que Roy,
pero por el simple hecho de molestar al chico, todos lo fastidiaban con eso.
―Siempre nos jodes con eso de las mujeres primero,
Naty ―sumó Rafa―. ¿Qué tal los mayores primero? Asà siempre comienzo
yo ―señalaba a Naty con su
mano enguantada de negro.
Rafa era el mayor sin duda y por ende el más precavido, su vestimenta era
la más oscura de todas. Incluso llevaba guantes, un pasamontaña y se ensuciaba los
cachetes gordos con arena.
―Eres el mayor y el más inmaduro de todos, Rafa ―agregó Ingrid, golpeándolo suavemente en el hombro―. Pero tienes razón, Naty siempre anda jodiendo con
eso, ¿Por qué no soy la primera? También soy mujer ―presumió escupiendo entre la maleza.
―No lo pareces, eres más hombre que Roy ―comentó Diego conteniendo su risa, pero no pudo
evitarla cuando escuchĂł a Naty reĂr con fuerza.
―Te voy a golpear tan fuerte en la cara que tus ojos se te saldrán por el
culo, bastardo ―amenazó a Diego casi levantándose
del suelo.
Ingrid y Diego eran hermanos, de
esos que no se llevan muy bien, pero siempre andaban juntos protegiéndose, una
combinación rara. Al igual que los demás, ambos llevaban prendas oscuras, Diego
portada su gorra favorita con el dibujo de un lobo arriba. A Ingrid siempre le
lucĂan sus brazos musculosos y su pintalabios negro, llevaba una cola en trenzas
con algunos mechones de cabello pintados de verde.
―No levanten la voz, idiotas ―reclamaba Roy, tapándose la boca con el dedo Ăndice―. Puedes ir primero, Ingrid. Da igual quien
comience, lo importante es saber qué vamos a apostar hoy ―El chico dio el inicio para el interés de todos.
Antes de que cada uno se moviera
para acercarse a Roy, escucharon movimientos en la maleza algo torpes y
quejumbrosos. Luego escucharon una voz familiar; la de un niño.
Ingrid sacĂł su navaja de bolsillo y
se colocĂł en frente de los demás. Ya les habĂa ocurrido eso antes, hubo un viernes
que Naty fue atacada por un coyote que rondaba por ahĂ y Roy la tuvo que
defender a palazos, mientras lo demás se ocupaban del asunto en la carretera.
HabĂa sido todo un lio y dejaron de jugar dos viernes seguidos por eso, los maestros
casi los habĂan descubierto.
―¿Estás loca? ―dijo Rafa en voz baja tocando
la mano donde Ingrid llevaba la navaja―. Es un niño, ¿no escuchaste la voz? ―le preguntaba nervioso.
―No me quiero arries… ―Una cara se asomó y sin pensarlo dos veces Ingrid le clavó la hoja en la
cara al niño.
El pequeño cayó al suelo con solamente
la empuñadura de la navaja saliéndole de un ojo. Diego saltó y le tapó la boca
al niño para que no gritara y le susurraba lentamente al oĂdo para calmarlo.
―Mierda, mira lo que haces, estúpida ―señalaba Roy al niño―. Es el puto hijo del Maestro Baralt, maldición ―se tomaba de los pelos enojado.
―Tranquilos, tranquilos ―Rafa levantaba las manos para tratar de calmar todo―. Él es igual que nosotros, no pasa nada, ¿verdad? ―preguntaba un poco nervioso.
―¿Ves cómo eres el más inmaduro, Rafa? ―mencionaba Naty con otra risita―. Claro que va a estar bien, pero nos va a delatar ―se acercó al niño para sobarle el cabello y secarle
la frente.
―¡Shh! ―Diego los calló a todos―. ¿Cuál es su nombre? ―preguntó, aun presionando la boca del chico.
El niño estaba tirando en el suelo,
amordazado por las manos de Diego con el peso encima de un adolescente fornido
de 17 años.
―Aris, su nombre es Aris ―respondió Roy.
―¿QuĂ© clase de nombre es ese? Tiene nombre de chica ―dijo Ingrid observándolo mejor, al niño se le salĂan
las lágrimas mezcladas con sangre.
―Y hasta parece más niña que tú ―mencionó Rafa, un pensamiento que se le escapó y sorprendió a Ingrid.
―Vaya, cada dĂa se te suelta más la lengua, Rafa ―lo alagĂł un poco golpeándolo de nuevo en el hombro―. Deja de juntarte tanto con mi hermano, idiota. ―Y le sacudiĂł el pasamontaña para molestarlo.
―Quieren callarse, estoy tratando de calmarlo ―se enojó Diego―. Bien, Aris. Eres un tipo duro, ¿verdad? Vas a salir de esta ―A Diego se le daba bien hablar con la gente―. Con mi otra mano libre voy a sacarte el cuchillo
de un solo jalĂłn. Va a dolerte, no te voy a mentir, pero en cierto punto te va
a gustar… y mucho. ―Con suavidad la mano de
Diego sostuvo el mango de la navaja―. Puedes morder mi mano para aguantar el dolor ―le hundió varios dedos en la boca.
―Es el hijo del Maestro, seguro le han hecho cosas peores. Claro que va a
aguantar ―insinuó Naty con otra
risita y volvió a sobarle el cabello al niño rubio.
Diego apretĂł la mano con fuerza en el
mango, un pequeño hilo de sangre brotó al moverlo y de un tirón retiró la hoja
del ojo, chorreando la sangre del niño entre el suelo y su mano.
Después de un grito ahogado, el niño
se tiró al suelo y comenzó a vomitar. Diego se arrastró hacia atrás alejándose de
Aris.
―¿Te encuentras mejor? ―le preguntaba Naty al niño, le sobaba la nuca ayudándolo a vomitar.
―Estoy mejor… ―habló por primera vez,
su voz seguĂa quebrantada por el llanto.
―Fuiste muy valiente, mira cómo me dejaste la mano ―Diego enseñaba su mano mordida.
Los demás no sabĂan si la sangre que seguĂa corriendo entre los dedos era
la suya o la del niño.
―Estoy mejor, estoy mejor… ―repetĂa Aris, como si alguien le volviese a preguntar lo mismo.
El niño se incorporó limpiándose los
restos del vomito con la manga de su suéter azul, la prenda estaba arruinada,
tenĂa manchas de sangre, tropezones de vomito y bilis, además de estar todo
sudado y lleno de tierra. Aris era de esos niños con la cara demasiado angelical,
demasiado tierna e inocente. El cabello castaño casi rubio acentuaba más su
delicada presencia, su rostro parecĂa de porcelana y terciopelo, a excepciĂłn de
ahora que tenĂa un agujero en la cara y el ojo izquierdo destrozado. TenĂa once
años, pero parecĂa un pequeño de ocho.
―Aris ―Roy se acercó para hablarle―. Aris, niño, ¿Cuánto tiempo te lleva? ¿Cuál es tu récord?
―le preguntaba cogiéndolo
de los hombros.
―¿Cómo va a saber eso, Roy? Es un bebé, tiene como 8 años ―se quejaba Ingrid buscando su navaja en el suelo.
―Primero tienes que disculparte, Ingrid. Te dije que no hicieras nada y
mira lo que pasó ―Rafa la tomó del brazo
de nuevo, a pesar de ser un gordito no tan valiente, tenĂa una fuerza bastante
considerable.
―Yo ya sabĂa mis tiempos a su edad y seguro que tĂş tambiĂ©n, Ingrid ―aclaraba Roy revisando el hoyo en el rostro del niño―. AsĂ que ven y discĂşlpate con Aris antes de que
esto se ponga peor ―la miró con una cara
tan aterradora como obstinante, la situaciĂłn estaba rebasando sus lĂmites de
paciencia.
Ingrid escupiĂł al suelo y guardĂł su
navaja, caminó arrodillada hasta el pequeño, estuvo a punto de hablar cuando el
niño respondió algo.
―Puedo hacerlo ―habló respirando con
fuerza―. Diez minutos, es solo
un ojo… es solo un ojo ―repitió otra vez.
―Está bien, niño. Te ofrezco mis disculpas, pero cĂşrate rápido y vete de aquĂ
―respondió Ingrid y
todos la miraron con enojo.
Roy la haló de los hombros tumbándola
al suelo, Ingrid se quejĂł, pero guardĂł silencio para no hacer otra escena.
―Vamos, Aris. Tú puedes, yo ya curé mi mano ―Diego enseñó su mano, los dedos estaban intactos y perfectos.
El niño se limpiaba la sangre y la
tierra de la cara, respiraba con agitaciĂłn, pero poco a poco se calmaba. SeguĂa
mirando al suelo y aunque estaba oscuro, apenas con la poca luz de la luna
iluminando entre la maleza, veĂa su sangre secarse lentamente entre la arena
negra. De repente, subió la vista y sintió la mirada de todos sobre él.
―Diez minutos está bien, comienza ―le sugirió Roy alentándolo.
Aris se sentĂł cruzando las piernas y
aguantĂł la respiraciĂłn. Su cara se colorĂł y los cachetes se le inflaron. Los pliegues
sueltos de la carne y restos del ojo que le guindaban se movieron como pequeños
gusanitos, la sangre le comenzĂł a hervir brotando burbujas que explotaban
constantemente como si fuera una sopa caliente. De repente, la carne comenzĂł a
unirse, los tejidos se acoplaban entre sĂ, formando nuevamente la estructura molecular
de un ojo que nuevamente tenĂa vida y visiĂłn. La esfera ocular estaba
completada, era como una enorme canica llena de venas rojas, un hilo grueso de
carne y venas, y una hermosa pupila con iris azul marino. El resto del rostro
se acomodĂł cubriendo el ojo, y la cicatriz se tapĂł como si nunca hubiese
ocurrido; inclusive el poco vello que habĂa perdido en la ceja y pestañas habĂa
crecido como si nada.
―Un poco más de diez minutos, pero está bien. Los ojos son difĂciles de
reconstruir ―mencionó Rafa
acercándose al chico para examinarle el ojo.
Hubo un silencio eterno e incĂłmodo.
Los chicos no sabĂan que hacer en esa particular situaciĂłn; habĂan lastimado
gravemente al hijo menor del mismĂsimo Maestro Oen Baralt, jefe de los clanes y
escriba y lector del libro de los inmortales.
Diego se arrastrĂł de rodillas
quedando frente al niño, le regalĂł una sonrisa vacĂa e irreflexiva y se sentĂł con
las piernas abiertas.
―Eres bueno, Aris. Yo me he roto la columna entera, las rodillas, se me han
salido los intestinos, hasta una vez Naty me mordiĂł aquĂ abajo y sangre un
montón ―dijo señalándose la
entrepierna riéndose un poco.
―¡Hey, tonto! Prometiste que no le dirĂas a nadi… ―Naty se tapĂł la boca con ambas manos sonrojada.
Los demás aguantaron las carcajadas e
Ingrid silbó burlándose de su amiga.
―Fuu, ¿Asà que eres de las que muerde, Naty? Ni siquiera
yo me atrevo a eso ―Ingrid se mofaba mordiéndose
el dedo Ăndice para imitar a Naty.
―Los voy a matar… ―Naty frunció el ceño
cruzando los brazos.
Aris seguĂa mudo, escuchando y
analizando la conversaciĂłn de unos adolescentes.
―En fin. Eres bueno, reconstruir cosas pequeñas y detalladas no es fácil,
no por nada eres el hijo del Maestro Baralt ―Diego hizo un par de aplausos que no sonaron―. Crear un ojo me habrĂa tomado más de diez minutos,
a cualquiera de nosotros en realidad. Ellos solo están fanfarroneando ―aceptĂł mostrando esa sonrisa vacĂa de nuevo.
―Maldición, Diego, ¿Qué coño estás diciendo? ―Esta vez fue Roy quién se quejó apretándole con
fuerza el hombro a Diego.
Su compañero levantó la mano
calmando a Roy y chistĂł para callarlo.
―¿Por quĂ© viniste aquĂ, Aris? Sabemos que no es mera coincidencia ―La mirada de Diego lo penetrĂł incluso más fuerte y
filoso que la navaja de Ingrid.
―SĂ, ÂżQuĂ© es lo que sabes? ―agregĂł Rafa señalándolo.
A Aris le temblaron los labios antes
de hablar.
―Yo… yo no sé nada ―confesó tragando saliva―. Quiero saber qué hacen, ¿A qué juegan? ―preguntó sonrojándose.
―¿A qué jugamos? ―se burló Ingrid molesta―. Aquà no jugamos, niño. ―Y le mostró su cuchillo girándolo en su mano, la luz
de la luna destellĂł con un brillo reflejado en la navaja.
―Son cosas de adultos, deberĂas marcharte ―contestĂł Roy moviendo una de sus manos para espantar al chiquillo.
―¿Si te dejamos jugar prometes no decir nada? ―cuestionó Diego.
El niño asintió moviendo la cabeza
lentamente y volviĂł a tragar un cĂşmulo de saliva. Diego sabĂa que si lo
espantaban asĂ de fácil hablarĂa con algĂşn superior y los delatarĂa, era una mejor
idea dejar que jugara con ellos y que él mismo se asustara después.
―SĂ, sĂ. Dejemos que Ă©l vaya primero ―Naty se emocionĂł abrazando al niño.
―No me parece buena idea, muchachos ―Rafa se preocupĂł interviniendo―. Esto no es reconstruir un ojo… es mucho más difĂcil. ―Los invitaba a reflexionar más.
―Eres imbécil, Rafa. El pequeño es el hijo del Maestro Baralt, seguro lo
entrenan peor que a nosotros, viste lo rápido que hizo ese ojo ―aceptó Ingrid admitiendo la habilidad del chico.
―¿Es cierto, niño? ―le preguntó Roy―. Todos vamos a la academia, pero los hijos de los
lĂderes no, ÂżQuĂ© clase de entrenamiento les dan? ―curioseĂł y todos enfocaron la mirada en Aris.
Mirando al suelo esquivaba las
miradas curiosas, pero muy en el fondo querĂa contarles, aunque estuviese
parcialmente prohibido.
―Tenemos guillotinas en casa, papá nos corta las extremidades y las quema
para cauterizarlas… Nos obliga a reconstruirnos rompiendo el tejido que ya cicatrizó
―resumió sin mirar a nadie
a los ojos.
―Mierda… ―dijo Ingrid.
―Las quemaduras son lo más difĂcil de reconstruir ―agregĂł Rafa.
Hubo otro silencio incĂłmodo y Roy
saltó para animarlos colocándose en medio.
―Decidido, vas a jugar con nosotros ―estableció Roy abrazando al niño con su brazo colocándolo por encima de
su hombro.
―Roy, hay que explicarle las reglas. Deja que vaya Naty, ella querĂa ir
primero ―habló Diego y recibió
un beso corto en la mejilla por parte de Naty.
Ella se acercĂł al borde de la maleza
a pocos centĂmetros de la carretera de Sanit Token.
―¿Qué vamos a apostar? ―preguntó Rafa antes de que Naty saliera.
―El viernes pasado fueron orejas ―recordó Roy―. ¿Qué tal lenguas? ―propuso asomando la suya.
―Yo quiero pezones ―expresó Rafa.
―Eres un gordo asqueroso, Rafa… No voy a darte mis pezones, pervertido ―Ingrid levantó los labios repugnada.
―Rafa solo quiere ver tus piercings, hermana ―Diego se rió tocándose el pecho somo si tuviera
senos.
―¿TodavĂa eres virgen, Rafa? ―Ingrid se burlĂł levantando una ceja―. Si me das 50 euros te enseño mis tetas, pero hoy no me puse piercings ―se tocĂł un pezĂłn para burlarse.
―¿Pueden dejar eso ya? ―Roy los callĂł irritado―. Serán lenguas, nada de pezones o partes Ăntimas, ya lo habĂamos
acordado antes ―dictaminó como si fuera
el jefe―. ¿Está bien para ti, Naty?
Eres la primera ―le preguntó.
―Yo tambiĂ©n querĂa pezones ―dijo riĂ©ndose.
―Te puedo mostrar los mĂos cuando quieras, Naty. Con todo y piercings, incluso
el que tengo aquà abajo ―Ingrid también se rió
señalando su entrepierna con el cuchillo.
―Uhh, eso lo quiero ver. Prometo no morderte ―le respondiĂł con una pĂcara mirada.
―¿Podemos comenzar y dejar las tonterĂas? ―Roy comenzaba a irritarse de nuevo.
―Lenguas está bien ―aceptó Naty y sacó la lengua para humectarse los labios―. ¿Él también va a apostar? ―señaló a Aris.
―No, dejemos que vea la primera ronda y que decida si quiere jugar realmente
o no ―planteó Diego.
Rafa se arrastrĂł entre la maleza
halando una mochila grande de dónde sacó un embace grueso de plástico pintado
de negro.
-Muchachos, todas sus pertenencias
aquĂ, telĂ©fonos celulares, carteras e identificaciones -ordenĂł Rafa y todos
prosiguieron a guardar sus cosas dentro de la mochila.
Aris dudĂł un poco, pero siguiendo a
los demás hizo lo mismo.
Rafa destapĂł el embace. Ingrid se levantĂł en cuclillas y girĂł el cuchillo
en sus manos acercándose a Rafa.
―Te cortaré primero por pervertido ―dijo Ingrid metiéndole los dedos en la boca a Rafa para sacarle la lengua.
Aris se puso nervioso y comenzĂł a
sudar frĂo. Uno a uno, los chicos comenzaron a cortarse la lengua con el
cuchillo para depositarlo en el embace de plástico.
Al cabo de unos minutos después de
recuperarse, Roy se acercĂł a Aris para explicarle.
―Asà es el juego, niño. Naty esperará a que un auto pase por la curva de Sanit
Token, justo cuando llegue a este punto ―señaló la pista―. Naty se atravesará
para que la atropellen ―se escuchó la risita de
Naty en el fondo.
―Qué… ―Aris no tenĂa palabras.
―Apostaremos si el conductor se queda a ver el cuerpo de quién atropelle o
si se dará a la fuga, es sencillo ―Roy terminaba de explicar.
―Los llamados: SV o SQ; “Se va” o “Se queda” ―agregó Diego.
―¿Por quĂ© apuestan partes humanas? ―Fue lo Ăşnico que se le ocurriĂł preguntar a Aris, su mente seguĂa perturbada
con la informaciĂłn.
―¿Por qué no? Asà es más divertido y más delicioso ―expresó Ingrid tomando una de las lenguas del embace
par lamerle la sangre.
―¡Hey, hey, hey! No toques la apuesta ―se quejó Roy.
―Es canibalismo, está prohibido. ―La cara de repulsión de Aris era todo un poema.
―La carne inmortal sabe muy deliciosa, ÂżNo lo sabĂas? Además, lo prohibido
siempre es más excitante, Aris. ―le respondió Diego.
―El incesto también es prohibido y yo me follo a Diego cada vez que quiero
―Ingrid tomó a Diego de
la cabeza y le mordiĂł la oreja.
―¡Ah! Deja eso, hermana ―Diego se la quitó de encima.
―Qué asco… y dices que yo soy el pervertido ―mencionó Rafa con una mueca grotesca.
―Es porque no los has visto hacerlo, es muy excitante ―agregó Naty mordiéndose los labios.
―¿Es enserio? ÂżPodemos comenzar de una vez? ―A Roy le molestaba cada vez que salĂan de un tema y desviaban la conversaciĂłn.
Naty se apresurĂł caminando agachada
al borde de la maleza junto a la vĂa. Diego se colocĂł detrás de Aris para
terminar de explicarle los Ăşltimos detalles.
―Hacemos varias rondas, fĂjate que el embace está divido en dos partes ―Diego señalĂł la caja de plástico viendo las lenguas
con sangre―. La derecha son los SQ
y los de la izquierda los SV. Naty no apuesta porque ella será la vĂctima y no
sabemos si ella eligiĂł SQ o SV, ella tampoco sabe el contenido de cuantas
lenguas hay en cada espacio, ¿Estás entendiendo? ―explicaba con rapidez.
―SĂ… ―aceptĂł tragando saliva.
―Naty se llevará las lenguas de quienes apostaron en su contra, si los
demás acertamos la apuesta de Naty las lenguas simplemente se acumularán en el
embace, ¿Comprendes? ―preguntaba para no
abrumar al chico.
―¿Eso quiere decir que en cada ronda tenemos que arrancarnos otra lengua? ―Aris comenzó a sudar.
―¿Qué pasa, niño? ¿Ya tienes miedo? ―Ingrid se burló de él.
―Una lengua no es nada, Aris. Te la puedes arreglar ―Diego le palmaba la espalda para calmarlo―. En fin, haremos varias rondas, al final quién
tenga más aciertos se llevará la caja completa con toda la apuesta. Pero bueh,
al final siempre terminamos compartiendo todo cuando cocinamos a la leña, esto
es solo espĂritu deportivo, Âżlo captas? ―preguntaba Diego con esa sonrisa rara.
―EspĂritu deportivo ―Roy se burlĂł de ese tĂ©rmino―. Esto es todo menos un deporte, somos unos sádicos
del dolor… ¡Shh! Viene un auto ―levantó las manos para que todos se agacharan más entre la maleza.
Naty se encontraba alerta, habĂa
visto las luces del coche acercándose a la curva de Sanit Token.
―Bonito auto ―susurró Naty justo
antes de correr por la carretera.
Las luces amarillas iluminaron el
cuerpo de la chica, haciendo un fuerte contraste dibujando la enorme sombra de
Naty en el asfalto. El freno del coche no pudo anticipar el cuerpo frente al auto
y sin siquiera darle una oportunidad al chofer para esquivar a la chica, la
carrocerĂa impactĂł de lleno en Naty y la mandĂł volando por encima del capĂł,
rodando por el techo del auto color plata y cayendo del otro lado, con un
sonido pesado, muerto y aguado.
El auto se detuvo y carburĂł un poco.
―Yo aposté SQ, ¿Tú qué piensas? ―le pregunto Roy a Aris.
―Tiene que revisar a Naty, es una chica… ―Aris trató de razonar.
―Naty es una rubia linda, siempre bajan del auto para revisarla. Ella
siempre tiene suerte con eso, también aposté SQ ―mencionó Ingrid observando la escena.
Roy volviĂł a chistar para que
guardaran silencio.
Naty estaba desplomada en el suelo, tenĂa
las piernas destrozadas y las rodillas de forma invertida. HabĂa un rastro
enorme de sangre desde el techo del auto, como si una brocha hubiese pintado el
auto con una lĂnea roja mal hecha.
La puerta se abriĂł y se bajĂł un hombre
mayor, un poco gordo y con muchas canas en lo poco que le quedaba de pelo en la
cabeza y en la barba.
―Mierda, es un anciano… ―confirmó Roy.
―¿Qué tiene de malo? ―pregunto Aris.
―¿No te has preguntado que hacemos si alguien se queda a confirmar el
cuerpo o si quieren llamar a una ambulancia? ―Diego le abrió esa incógnita.
―¿Los matan? ―Aris se horrorizó llevándose
una mano a la boca.
―¿Estás loco? No somos asesinos ―le respondiĂł Rafa asombrándose de la impresiĂłn que tenĂa el chico de ellos.
―Los asustamos, Aris. Les hacemos creer que somos fantasmas o algo asĂ, lo
que ellos quieran creer ―le explicó Diego volviendo
a calmarlo.
―Los ancianos son un problema grande, una vez hicimos que una señora se
desmayara y tuvimos que llamar a una ambulancia. Fue un desastre ―relató Roy preocupándose un poco por Naty.
El sujeto mayor se acercĂł al cuerpo
de Naty, con la punta de su zapato le movió un hombro asegurándose que
estuviese muerta.
―Es una jovencita… ―dijo el anciano en voz
baja.
Comenzaron a temblarle las manos y a
sudar a cántaros. De vuelta al coche trató de buscar su teléfono móvil.
―Vamos, Naty. No dejes que llame a nadie ―dijo Rafa en voz baja.
Aris escuchĂł atentamente, estaba
nervioso, cualquier detalle podrĂa hacer que todo salieran mal, pero los chicos
tenĂan experiencia en ese juego. Al mismo tiempo, tenĂa curiosidad, querĂa ver
cĂłmo Naty se zafarĂa de ese asunto.
Entre tanto el señor buscaba su
teléfono en la guantera en medio de los asientos, escuchó una risita a sus espaldas.
Asustado, giró asomándose entre los asientos a través de la ventana trasera,
las luces de atrás no iluminaban nada en el asfalto, solo un charco de sangre.
El mismo susto hizo que el anciano
cerrara la puerta del coche y su respiraciĂłn se agitĂł, ÂżDĂłnde estaba la chica?
El motor del carro seguĂa carburando
y sonando. Aun asĂ, prestando mucha atenciĂłn y cuidado, el anciano escuchĂł unas
pesadas pisadas muy lentas a su derecha. Una mano ensangrentada golpeĂł la ventana
manchando el vidrio con una huella hĂşmeda y roja. Naty se asomĂł con el rostro
cubierto de sangre, ―cosa que improvisó, en
la caĂda no se habĂa golpeado tan fuerte la cabeza―. PegĂł su lengua al vidrio desdibujando la mancha de
su mano al lamerla, su cara demente le provocó un pánico tal al señor que inmediatamente
se acomodĂł en el asiento de chofer.
―¡Llévame contigo! ―le gritó Naty y el sujeto
acelerĂł dejando la vĂa.
Los demás comenzaron a reĂrse. Roy y
Diego ayudaron a Naty a caminar a la maleza para que recuperara sus piernas con
más tranquilidad.
―¿LlĂ©vame contigo? Estás viendo demasiadas pelĂculas malas de terror ―Ingrid se burlĂł jocosamente y Naty se riĂł con ella.
―Fue un SQ, ¿Cuántas lenguas gané? ―preguntó Naty.
―Solo te llevas una. Fui el único que apostó SV ―mencionó Rafa.
―Uhm, peor es
nada ―dijo Naty alzando los
hombros.
―Con eso Naty acumula un punto para ganarse las lenguas
que se acumularon por apostar SQ igual que hizo ella ―Diego seguĂa explicándole a Aris.
Esperaron unos cuantos minutos a que Naty terminara de reconstruir sus
piernas. Ingrid tuvo que ayudarla sosteniéndole las rodillas y enderezándole las
piernas, se tardĂł unos veinte minutos.
―Yo seré el siguiente ―confirmó Roy―. Escuché una corneta a
lo lejos, creo que es un camión ―se emocionó.
―Uh, amigo.
Eso te va a doler ―Diego agitó las manos
compadeciendo a Roy.
―¿Vas a apostar, niño? ―le preguntó Ingrid a Aris, él solo negó moviendo la cabeza.
―Es su primera noche, no lo presiones, le gustará
cuando llegue su turno ―Diego le zarandeó la
cabeza al niño.
Todos procedieron a cortarse nuevamente las lenguas y las depositaron en
el embace.
Al doblar la esquina se asomĂł una potente luz blanca que iluminaba
muchĂsimo. El enorme camiĂłn desacelerĂł para bajar por la curva y remontĂł para recuperar
velocidad. Roy aprovechó ese instante para correr y atravesársele en medio de
la vĂa.
El conductor ni siquiera se tomĂł la molestia en frenar o bajar la velocidad.
Esta vez el cuerpo de Roy fue enterrado por las llantas mientras el camiĂłn le
pasaba por encima. Roy se atascĂł un poco entre las ruedas y le desquebrajaron
varios huesos. Cuando el vehĂculo terminĂł de pasar escupiĂł el cadáver por la
parte de atrás, el cuerpo cayó como si fuera un muñeco de trapo; destrozado por
doquier y le faltaba la cabeza y un brazo.
―Eso fue demasiado… ―Aris se sorprendió tanto que retrocedió un poco.
―Qué fuerte. Eso le va a tomar mucho tiempo para recuperarse
―formuló Rafa.
El conductor parĂł de lleno, el motor seguĂa andando. El tipo no bajĂł del
camiĂłn, se asomĂł por la ventana ajustando mejor su espejo retrovisor, era un
hombre fornido con una extensa barba roja y amarillenta que llevaba una gorra azul
muy sucia y los brazos arremangados. Al no poder observar mejor el accidente, abriĂł
la puerta y se guindĂł desde el marco para observar el cuerpo.
―Maldito imbécil… ―dijo en voz alta―. Su puta madre, le
volé la cabeza ―agregó con una risa
nerviosa.
De un portazo cerró la cabina y aceleró perdiéndose en el horizonte.
―Mierda, volvà a perder ―suspiró Ingrid con enojo.
―Rafa, acompáñame. Roy no se va a reconstruir él solo
―Diego haló a Rafa por su
franela y salieron de la maleza.
Diego arrastrĂł el cuerpo liviano de Roy hasta la maleza y Rafa tardĂł unos
minutos en encontrar la cabeza y el brazo de Roy.
Ingrid le sostuvo la cabeza a su compañero ajustándola al cuello y Rafa
le acomodĂł el brazo para que comenzara la recuperaciĂłn.
―No revelaremos las apuestas hasta que Roy vuelva a estar consciente, es una
regla ―adiciona Diego para
aclararle las dudas a Aris.
Los tejidos musculares y la piel de
Roy se fueron uniendo poco a poco, un sonido de crujido indicaba como sus
huesos se iban reparando también. Al cabo de unos cuarenta minutos, Roy estaba
completamente recuperado. Acostado en el suelo se estirĂł sonando sus huesos y
vomitó un poco de sangre llena de coágulos gruesos.
―Mierda, eso fue intenso ―reaccionó Roy riéndose de sà mismo―. ¿Cuál fue el resultado? ―preguntó.
―SV, el tipo de fue ―dijo Rafa.
―Excelente ―afirmó Roy con una
sonrisa―. ¿Cuántas lenguas me
gané? ―preguntó acercándose al
plástico.
―Ingrid y yo apostados SQ, solo te llevas dos. Los SV de Rafa y Diego se
acumulan ―explicó Naty contando
las lenguas del embace.
―Me parece bien, voy ganando con dos lenguas a mi favor. Eso quiere decir
que tenemos cinco lenguas acumuladas en la caja ―Roy aplaudió un poco llevándose la victoria por ahora.
Roy sacĂł una botella de agua mineral
del bolso y se bebiĂł todo el contenido, estaba sediento, se veĂa que aquella reconstrucciĂłn
lo habĂa agotado mucho.
―Y bien… ¿Tú serás el siguiente? ―Roy señaló al niño, después de guardar la botella de plástico en su
bolso.
Aris se apretĂł los labios, era
normal para un inmortal ver sangre en sus entrenamientos de reconstrucciĂłn de
cuerpos, pero ciertamente esa era la primera vez que veĂa partes volando y verdaderos
accidentes. El impacto visual no era el mismo y su corazĂłn estaba acelerado.
Pero, por otra parte, aquel instinto sádico y excitante de los inmortales sobre
el dolor, lo atraĂa como si las manos esquelĂ©ticas de una entidad lo
persuadieran y abrazaran para participar. Era normal que los inmortales
disfrutaran el dolor, pero Aris nunca habĂa llegado a sentir nada parecido a eso,
él odiaba sus entrenamientos por lo estricto que era su padre, ¿Pero en un
juego? Un juego en contra de la voluntad y reglas de su padre y los clanes, ¡Eso
le llamaba la atención! Por más asustado que estuviese.
―Quiero hacerlo… quiero hacerlo ―dijo dos veces para convencerse a sà mismo.
―Repite las reglas ―Ingrid le acercó el
cuchillo al cuello.
―Elijo una de las dos opciones: SV o SQ ―tragó saliva al hablar―. Dejo que me atropellen, si la persona baja para ver como estoy y siento
que va a llamar a alguien, lo asusto… ¿Eso es todo? ―El sudor se le acumulaba en la frente y la barbilla.
―Y no te preocupes si estás muy inconsciente como Roy. Nosotros nos
encargamos de asustar a quién sea ―Diego levantó el pulgar para darle más confianza.
Aris asintiĂł y se dio la vuelta para
estar alerta del prĂłximo vehĂculo.
―Una cosa más ―quiso agregar Rafa―. Como no apostaste en las anteriores rondas, no
serĂa justo que recibieras recompensa, será para la prĂłxima vez ―intervino y los demás estuvieron de acuerdo.
El chico también aceptó y respiró
profundamente esperando el siguiente coche.
Diego dibujo su caracterĂstica sonrisa,
su hermana Ingrid la captĂł con interĂ©s, sabĂa que su hermano estaba planeando
algo. Y aunque fuese verdad, el plan de Diego no era una idea elaborada, sino
más bien un detalle psicolĂłgico que habĂa estado plantando en la mente de Aris
desde el momento en el que habĂa llegado. Diego lo envolviĂł en una tela de
confianza tan cómoda y cándida para que se sintiera a gusto junto a ellos,
tratándolo bien y explicándole el juego. Diego sabĂa que no habĂa manera fácil
de deshacerse de Aris y si lo hacĂan a golpes y de mal manera, era evidente que
los delatarĂa con su padre despuĂ©s de algĂşn interrogatorio. El truco
psicolĂłgico estaba en el “pero” de la situaciĂłn; Aris querĂa participar, se
sentĂa atraĂdo por todo el contexto y el juego era demasiado peligroso y
morboso incluso para un inmortal entrenado por los maestros como Baralt. Diego
tenĂa la certeza que aquel choque que se avecinaba, traumarĂa de tal manera a
Aris que no querrĂa jugar más ni saber de ellos en toda su vida y si por alguna
razĂłn tenĂa intenciones de delatarlo, ―cosa que veĂa muy poco probable―, simplemente todos lo delatarĂan a Ă©l diciendo que habĂa participado
muchĂsimas veces o hasta podrĂan decir que la idea habĂa surgido de su cabeza
debido a los extremos y crueles entrenamientos fuera de la academia. Era un
plan perfecto, solo necesita el detonante para culminar y ese detonante se
acerca doblando la esquina.
Nuevamente una luz doblĂł al bajar por
la curva, el auto acelerĂł a toda velocidad. Aris cerrĂł los ojos unos segundos,
estaba sudando a cántaros y le temblaban las manos, pero estaba decidido a
participar, necesitaba saber que se sentĂa transformar el dolor en placer.
Al salir de la maleza fue cegado por
la intensa luz del automĂłvil, pero esa misma luz se volviĂł un destellĂł electrizante
cuando todo se apagĂł en su cabeza al recibir un mortal golpe que lo enviĂł
volando al otro lado de la carreta y lo estrellĂł contra la ladera rocosa de la
montaña. El auto derrapó dejando marcas en el asfalto y se detuvo a pocos
metros del accidente. OlĂa a neumático desgastado y a sangre.
―Es la hora de la verdad ―mencionó Roy en voz baja.
―Que lástima, no se lesionĂł mucho… querĂa ver algĂşn desprendimiento ―adicionĂł Naty decepcionada.
―Shuu, veamos que hacen ―dijo Diego.
Del auto salieron dos personas, un
hombre alto de cabellera rubia muy larga que vestĂa con camiseta muy elegante.
El otro tipo era un hombre de estatura promedio, calvo con una barba negra muy poblada,
su contextura era fornida, era él quien iba al volante.
El del cabello largo caminĂł unos
pasos hacia Aris, su caminar era elegante, posaba los brazos cruzándolos en su
espalda.
―Parece que es un menor ―dijo el rubio sin el más mĂnimo pudor.
El otro sujeto se agachĂł en la
carretera y raspó la superficie tintándose los dedos con sangre.
―Esta curva es peligrosa, se ve que hay muchos accidentes aquĂ. Esta
sangre no es de quien atropellé ―dijo observando su mano iluminada por las luces traseras de su auto,
olisqueĂł un poco los dedos.
―¿Un animal? ―preguntó el rubio.
―Eso espero… ―El tipo sacó una
pistola apuntando a la maleza y disparĂł varias veces.
Las balas traspasaron la vegetaciĂłn.
Los chicos aguantaron la respiraciĂłn. Rafa estuvo a punto de gritar, pero Diego
se abalanzó sobre él como lo hizo con Aris y le metió los dedos en la boca para
que no gritase, una de las balas lo habĂa impactado en el estĂłmago y se estaba
desangrando. Eso serĂa un problema, tendrĂan que abrirle el estĂłmago a Rafa para
sacarle la bala.
―Estás exagerando, Tito. Todo salió bien esta noche, nadie nos persigue y
mucho menos pienso que nos tendieran una trampa en medio de la nada ―razonaba el rubio.
―Tienes razón, Axel. Me aseguré que nadie saliera vivo de allà ―afirmó el otro tipo guardando su arma.
―Hablando de vivos, revisa el cuerpo, ¿Es chico o chica? ―solicitó acercándose un poco al cadáver de Aris.
El otro tipo corriĂł al auto y sacĂł
una linterna para iluminar a Aris tendido al borde de la carretera del otro lado;
era un pequeño espacio de tierra árida.
―Es un baroncito con cara de niña ―examinĂł el sujeto tocándole las partes Ăntimas a
Aris.
Los demás chicos observaban desde
lejos, estaban preocupados, nunca habĂan liado con ese tipo de situaciĂłn antes.
Esos sujetos eran extraños y peligrosos.
―Creo que se rompiĂł las piernas y un par de costillas. Pero todavĂa está
vivo, está caliente y tiene pulso ―aseguraba el tipo calvo, revisando la muñeca de Aris y tocando los orificios
de la nariz para sentir la corta respiraciĂłn.
―¿Qué hace un niño tan pequeño por aqu� ―se preguntó el rubio mirando a su alrededor.
―QuĂ© se yo. Seguro está huyendo de casa o algo asĂ. Aunque con esta cara
de niño malcriado no lo creo ―le apretó los cachetes para verle la cara―. Ah, también se rompió un poco la cabeza ―observó al ver la sangre en su nuca.
―No hay nadie por aquĂ. ―El rubio seguĂa observando la vĂa y los bordes de la carretera―. El chico es lindo y hace tiempo que no tengo un
juguete tan bonito ―dijo repentinamente
mirando a Aris―. Amárralo y mételo en
la maletera del auto. Esta noche nos divertiremos con él, Tito. ―Y se rió de manera sádica.
Los chicos observaban anonadados,
con la mente en blanco, no tenĂan ningĂşn protocolo para afrontar la situaciĂłn.
Iban a llevarse al hijo del Maestro Baralt frente a sus ojos.
―Vas a tener que aplicarle algunas curas y suturas o se morirá como el
chico anterior ―le recordaba el calvo
amarrando a Aris, entretanto lo levantaba con suma facilidad―. ¿Cuándo fue la última vez que nos follamos a un
chiquillo? ―preguntó rascándose la
barba.
―Umm, Dani murió a mediados del año pasado ―trató de recordar.
―MuriĂł ―el calvo se echĂł a reĂr
abriendo la maleta para meter a Aris―. Tú lo mataste al meterle esas sustancias raras por el culo. A ver si este
nos dura más ―cerró la puerta con
fuerza y ambos entraron al auto.
Unos segundos después el carro
arrancĂł y se perdiĂł de vista.
―¿Qué mierda fue eso? ―preguntó Roy con el corazón acelerado.
―Maldición… ―dijo Ingrid con las
manos sudadas y soltĂł el cuchillo.
―¿Qué vamos a hacer? ―preguntó Naty mirándolos a todos directamente a la cara.
―A mà me sacan la bala primero. Esta mierda duele mucho, no me gusta cómo
se siente ―expresaba Rafa sacándose
los dedos de Diego de la boca.
―No me interesa tu puta bala, Rafa. Se llevaron al hijo del maes… ―Roy estaba hablando y fue interrumpido por Diego.
―¡No haremos nada! ―exclamó callándolos.
Hubo un silencio sepulcral, ni
siquiera sus respiraciones sonaban.
―¿Estás loco? Nos meteremos en problemas ―expresó Naty confundida.
―Estoy de acuerdo con Naty… No sĂ© quĂ© plan tenĂas en la cabeza, Diego.
Pero nos meteremos en problemas si ese niño no aparece mañana ―aseguraba Ingrid con el ceño fruncido.
―Nadie sabe que Ă©l vino aquĂ. Estoy seguro que sabĂa muy bien como escapar
de casa, nadie en todos los clanes sabe que vino con nosotros. Y si de alguna
manera alguien vio que huĂa, es imposible saber que vino a justamente a la
curva de Sanit Token ―explicaba con cuidado.
―Tiene… sentido ―habló Roy concordando
con su compañero.
―Por lo que escuchamos, esos tipos no lo matarán. Van a usarlo como a una
muñeca sexual y cuando se enteren de que Aris es un inmortal, le harán todo
tipo de cosas para divertirse. Parecen cuidadosos, puedo asegurarles que
ninguno de ellos dos revelará que tienen a un inmortal como juguete. Nadie sabrás
más de ese niño a partir de hoy. Aris está muerto ―proclamó Diego con la mirada muy seria.
―Vaya ―expresó Rafa aun con el
dolor en su estómago―. Entonces sà hay
maneras de morir para nosotros… ―se mirĂł las manos llenas de sangre y un escalofrĂo le recorriĂł la
espalda.
Los demás sintieron la misma sensación
frĂa y aterradora de Rafa.
―Diego tiene razón, el niño está muerto. No hay manera de rastrearlo,
tenemos su identificación y su teléfono celular aquà ―Roy señaló el morral con todas las cosas guardadas―. Bastará con romper el móvil y enterrar su carnet ―sacó las cosas colocándolas en el piso.
Ingrid de inmediato destrozó el teléfono
con su cuchillo y las piezas se esparcieron por el suelo.
―No dejemos ninguna evidencia ―mencionó Diego―. Ingrid, sácale la
bala a Rafa y termina de destrozar más el teléfono y el carnet de Aris,
necesitamos pedazos muy pequeños ―explicaba Diego reuniendo las piezas separadas del teléfono celular.
―¿No querrás que…? ―Naty se asqueó leyendo
la idea de Diego.
―Nuestros estómagos son más fuertes y podemos digerir cualquier cosa. La
idea de Diego es buena, nos comeremos toda la evidencia ―aceptó Roy respirando con fuerza―. Creo que la noche terminará por hoy, chicos. Cómanos
esto y nos quitaremos el mal sabor con las lenguas que quedan en el embace ―se peinó la cresta sobándose el entrecejo.
Al cabo de un rato, la bala estaba
fuera del cuerpo de Rafa y Ă©l se recuperaba del destrozo que habĂa hecho Ingrid
tratando de extraer la bala. Ella se encontraba destrozando las partes del
telĂ©fono y el carnet, habĂa hecho diminutas piezas y las acumulaba en una
montañita.
―Supongo que no jugaremos en un buen tiempo ―Naty suspiró juntando sus labios con una mueca infantil.
―Es lo más sensato, o por lo menos buscar otro sitio. Ya lo hablaremos después
de comer ―reaccionó Roy.
―Yo solo querĂa que Aris se asustara tanto que no quisiera volver aquĂ o
que no nos delatara. Pero el plan saliĂł mucho mejor, esta es la mejor manera de
deshacerse de un inmortal ―Diego se riĂł con una voz seca y su caracterĂstica sonrisa sin expresiĂłn―. Esta va por ti, Aris. SV para Aris ―alzĂł un pedazo del telĂ©fono en el aire y con los
dedos lo metiĂł hasta el fondo de su garganta para tragarlo.
―SV para Aris ―dijeron los demás tomando más pedazos del suelo para tragárselos.
FIN
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