La Última Semana
Para hacer cortas estas crónicas de viaje, no explicaré
por qué decidimos irnos de Venezuela ―porque creo que es bastante obvio, la
verdad―. Así que iniciaré en esa última semana, en la que mi mamá y yo
estuvimos en Maracaibo, ―nuestra tierra del sol amada―.
A pesar de que era la última semana antes de irnos, el
estrés de todos los meses se había aplacado un poco, había cierto relajo en
nuestro apartamento, todo aparentemente tranquilo esperando el día de la
partida. Teníamos todo organizado; maletas pesadas, documentos guardados, ropa
elegida para el viaje, etc, etc, etc.
Mi plan en esa semana consistía en despedirme de mis
amigos y hacer ―o mejor dicho comer― cosas que no iba a poder conseguir en
Portugal.
Mientras tanto, seguía organizando mi computadora ―ya
que no podía llevármela a Europa, era demasiado costoso. Pc de escritorio, por
cierto―. En fin, estaba respaldando: fotos, videos, entre otras cosas
familiares para no dejar nada botado en Venezuela, ―ya saben, los recuerdos
familiares son una de las cosas más importantes―. Sin embargo, no pude respaldar
todo lo que tenía, así que tuve que dejar muchas cosas en el disco duro.
Despedirme de mis cosas no fue tarea fácil, muchas las
regalé, otras probablemente mi hermana ―que todavía está en Venezuela― las irá
vendiendo. Mi colección de animes las repartí entre mi primo David y mi buen
amigo Darsien―pueden
ver el video de mi colección de animes aquí―. Cuando me di cuenta de que no podía llevar prácticamente ningún libro,
decidí regalar algunos; entre mi abuela, otros primos y uno que también le di a
Darsien. Una colección muy valiosa de cartas de Dragon Ball, también se las
dejé a mi primo, David. Ah sí, y mi súper colección de CocaCola también se la
dejé a David, ―pueden ver mi video mostrando la colección de CocaCola aquí―.
Y aunque las maletas ya estaban hechas, tuvimos que
reacormodarlas unas tres veces más, sacando chécheres de mi mamá, acomodando
ropa, escondiendo algunas cosas ―como un regalo para mi mamá que desapareció, y
mis mazos de cartas Magic―. Pude meter en la maleta mi colección de afiches
autografiados de artistas ―la mayoría de Hip-Hop venezolano―, un par de
juguetes de la infancia ―porque los recuerdos de la infancia también son súper
importantes―, llevé una mini-pista de carreras de juguete, un PlayStation 1 y
un robot súper viejo que me regaló mi abuela ―un día de reyes― cuando tenía
unos 3 años de edad, creo que es el juguete más viejo que tengo.
Lamento mucho, mucho, mucho, no poder traerme a
Portugal mis CDs originales de música, allá se quedaron discos muy especiales
que sé que no podré encontrar por aquí. Pero bueh, quizá en un futuro los pueda
traer.
Otra lamentación grande, son mis libros, mis
apreciados libros en la pequeña biblioteca que era mi set de grabación ―que, por
cierto, si quieren ver toda la colección de libros hay un video en el canal, pueden
verlo aquí―. Finalmente, solo pude traerme dos libros, “Las Mejores Leyendas Mitológicas,
recopilado por José Repollés”, el primer libro que me regaló mi mamá, y “Las Vidas
de Marie por Lennart Lidfors”, ese libro raro de pocas ediciones que dicen que
se pierde con facilidad ―obviamente yo no lo iba a dejar perder―.
Quise terminar de corregir la novela de la mamá de mi
amigo, Ender. Pero me fue imposible hacerlo con tantas diligencias y
despedidas.
No recuerdo si fue exactamente esa semana, pero acompañé
a mi amigo Diego a comprar comida para perro y yo a comprar comida para mis
gatas. Más o menos por esos días descubrí un puesto de chichas espectacular,
combinan chichas con fresas y Toddy, ¿qué más puedo pedir? Comí en ese lugar unas
tres veces.
Todos esos días estuve trabajando arduamente en editar
videos para dejarlos en el canal e irlos publicando mientras tanto no tenga
computadora en Portugal ―hice bastantes así que no se preocupen―.
Cuando ya se acercaba el día, ―por cierto, nos fuimos un
domingo―, iba a casa de mi abuela varias veces a compartir un rato y a tratar
de arreglar el equipo de sonido de mi tía Achí ―sí, es un sobrenombre―.
El viernes en la noche hicimos una reunión de despedida
en casa de mi abuela, ahí mismo aproveché para ir a un puesto de comida rápida
llamado: Eloy FastFood, ―no era el ayer, ni el mañana, era… Eloy―. En fin, mi
objetivo era comerme una súper hamburguesa monstruosa, callejera, cochina,
insalubre, trigricélida, mortal y sudorosa de Maracaibo antes de irme. Y pues
no me decepcionó para nada, esa hamburguesa gigante me dejó tan satisfecho como
aquellas hamburguesas que me comía años atrás con mis amigos en la Plaza de la
República, en aquellos tiempos de reuniones y celebraciones en los Encendidos
antes de la Feria de la Chinita.
Poco más tarde, mi pana Ender me fue a buscar para
despedirnos y charlar un poco. Creo que fue una de las despedidas más difíciles.
Ender es uno de mis mejores amigos y de los más antiguos, esa noche me regaló
una franela y un suéter, también nos tomamos una bebida alcohólica muy rara
hecha de cannabis ―con un grado de alcohol hiper fuerte―. Además, también nos tragamos
unos buenos shots de tequila. Pero no fue hasta que, de vuelta a casa de mi
abuela, justo antes de bajarme de la camioneta de Ender, el sentimiento me dio
duro en el pecho cuando nos despedimos con un abrazo y empecé a darme cuenta en
realidad que no volvería a ver a mi amigo Ender ―y a todos los demás― en un
largo, largo tiempo… Casi estuve a punto de llorar cuando me bajé de la
camioneta, pero bueh, me hice el fuerte.
Al día siguiente, como parte del reto: “Comer todo lo
que no me puedo comer en Europa”, fui a comerme unos pastelitos y unos tequeños
―que estaban muy, muy buenos, con su salcita tártara y todo, hasta me tomé una Malta―.
De vuelta a casa, aprovechamos para descansar un rato,
dormir y terminar de preparar algunas cosas para el viaje. Esa tarde volvimos a
casa de mi abuela donde por sorpresa ―no tanto para mí―, tenían una fiesta
sorpresa para despedirnos nuevamente. Comimos hamburguesas y todo fue bastante
ameno, ―hasta fueron unos primitos que son súper, súper tremendos―.
Luego de esto, mi amigo Darsien ―que también estaba en
la reunión―, nos acompañó al apartamento porque iba a ayudarme a desarmar la
computadora, ―todo debido a que lamentablemente no la podía llevar al viaje,
así que solo se iría conmigo el disco duro―. Surgieron algunos problemas,
porque todos los demás componentes de mi pc, quería dárselos a la pc de mi
hermana, pero no eran compatibles, pero bueh, eso ya se resolvería después.
Aquí viene otra de las despedidas emotivas. Estuve
hablando con Darsien de muchas cosas, por muchooo rato, hasta que llegó la hora
de despedirme. Parece raro, pero con Darsien no me sentí tan sentimental,
porque por alguna razón siento que a él si lo veré de alguna manera más pronto,
además de que hablamos con frecuencia y hasta grabamos un video de despedida en
el canal ―que, por cierto, lo pueden ver aquí―. Así que, aunque también me pegó
la despedida, con Darsien tengo una relación de panas muy estrecha porque
compartimos muchas cosas en común ―y también nos veremos seguido en YouTube,
pueden seguir el canal de Darsien aquí―.
Finalmente, cuando ya cayó la noche, subí al piso 12
del edificio La Chinita ―donde yo vivía, creo que nunca dije el nombre antes―,
y también me fui a despedir de otros panas: Marco y Diego. Con ellos, aunque
los conocía de antes, fue este año donde comencé a tratarlos de manera más
seguida y congeniamos en muchísimos gustos similares, como: en series animadas,
animes, video juegos, Cartas Magic, temas interesantes, entre otras cosas, ―igual
que me pasaba con mis viejos amigos Tavo y Héctor, que ahora están en Colombia―.
Marco y Diego, se quedaban en el apartamento de Tavo y Héctor, cuidando a Tsume
―el perro que ellos dejaron en Maracaibo, que, por cierto, también me despedí
de él, otro fiel amigo canino―.
Estando en el piso 12, aproveché para escanear unos capítulos
de unos cómics que dibujé hace algún tiempo y que nunca había tenido la
oportunidad de digitalizar ―por supuesto, otra de las cosas que no me podía
llevar a Portugal, pueden ver un video de ese cómic aquí―. Así que mientras
escaneaba, Marco, Diego y yo comenzamos a conversar de muchas cosas, entre eso,
de un tema muy genial sobre una historia de ciencia ficción que escribí llamada
Tourianos, ―pueden leer el borrador de la historia aquí―. Tourianos plantea la
situación de qué cosas haría la humanidad cuando un asteroide gigante se dirige
a la Tierra, sin posibilidades de sobrevivencia alguna. Hablamos del terrible
caos que se generaría, como los servicios comunes dejarían de funcionar, el
inicio de saqueos, los suicidios, las violaciones, la extraña fe sobre algunas
cosas y un sinfín de situaciones extremas y difíciles de superar. Fue una
conversación muy interesante.
Acabando la noche, tuve otra despedida más llena de
buenos recuerdos, otros panas que apenas iba conociendo realmente bien y que no
podía compartir más tiempo con ellos. Sin embargo, también quedó la promesa de
volvernos a ver algún día, esperando que fuese en otro país y con mejores condiciones
de vida.
Pasaron los minutos y las horas, hasta que el sábado
fue muriendo, esperando el tan ansioso día en que mi mamá y yo partiríamos en
un viaje sin pronto retorno.
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